Así fue la segunda Feria Solidaria Mi vereda en el Hato, Choachí

 

por Edgar Suárez Forero 

Cuentan que en la vereda el Hato en Choachí, hace algún tiempo, se hacían fiestas hasta de cuatro días y bazares del mismo plazo, pero aún así, de seguro, el Segundo Festival Solidario Mi Vereda, realizado en los tres primeros días del mes de julio del 2023, marcará una importante huella en la vida comunitaria y social de este hermoso lugar ubicado en la Provincia de oriente de Cundinamarca.

Hace cerca de un año, un grupo local de promoción del turismo y la economía campesina y la Junta de Acción Comunal de la vereda realizaron la primera Feria Solidaria con el apoyo del Grupo de Socioeconomía de la Universidad Nacional y su proyecto de investigación de Faros Agroecológicos, la Alcaldía municipal y el periódico El sirirí, vinculando ejercicios pedagógicos, culturales, solidarios y de la economía local para que confluyeran en el escenario veredal. Así, con esta experiencia, la Junta obtuvo recursos para realizar la segunda versión de la Feria Solidaria a través de la convocatoria del Programa Nacional de Concertación cultural del Ministerio de Cultura.

Fueron muchos los aprendizajes, diálogos y discusiones los que fueron dando forma a este encuentro, pero de a pocos, con algunos tropiezos y afanes, se fue gestando el evento, el cual tendría como elemento central un Festival de Músicas campesinas que se alargaría hasta los confines de la fiesta.

Sábado



El día sábado, desde la mañana, la puerta del polideportivo de la vereda estaba abierta para el Festival de música, lo cual era una importante novedad. Cada lugar tiene sus luchas significativas, para la comunidad de la vereda, el candado en la puerta cerrada en el polideportivo ha significado un cercamiento al uso de su principal espacio colectivo y público . Hace cerca de veinte años las vecinas y vecinos de la vereda habían otorgado el uso de su espacio comunal al Colegio para lograr que los jóvenes del Hato y sus alrededores tuvieran un plantel para educación secundaria y media. El compromiso de la administración y del colegio, como contraparte, era construir un nuevo salón comunal y permitir espacios para el encuentro de la comunidad. El actual rector del plantel, desde hace unos años, arbitrariamente, aduciendo reglamentos fuera de contexto y desconociendo los derechos de la comunidad negaba, reiteradamente, el acceso de las personas al polideportivo, al punto de que muchas actividades que son comunes a las organizaciones comunales, tales como bailes, ceremonias religiosas, novenas, entre otras, tenían que hacerse cuesta abajo en el placa huella frente a la puerta cerrada o sobre el barrial de las calles en invierno.





La perseverancia e insistencia de la comunidad y sus representantes lograron que este espacio, por lo menos mientras la Feria transcurriera, estuviera abierto. Desde el medio día la gente empezó a llegar al polideportivo. Ya estaba el puesto de bebidas y comidas, el cielo se cerraba y despejaba, el olor a carne asada aromaba el aire, el sonido instalado había pasado la prueba, así que todo estaba listo para el Festival.

Desde diversos lugares fueron llegando, con sus guitarras al hombro, grupos musicales de hombres y mujeres que, con su dedicación y creatividad, han sido significativos en la vida cultural y comunitaria de sus veredas y del municipio. Los dos amigos, Trilogía Chiguana, Pedro Moreno, Dueto sol y luna, Audenago Prieto y su tiple, Parranda y son, los Hermanos García, Dueto Generación y Semillas, fueron los grupos que subieron a la tarima mientras vecinas, vecinos y visitantes iban llegando a las tribunas del lugar. Músicos de gran experiencia, familias que entre sus generaciones armonizan a través de la música, composiciones hechas en las montañas que cuentan los amores y desamores de la vida, fueron hilando el Festival. Sus historias iban saliendo ante las preguntas de la presentadora del evento.



Corridos, rancheras, pasillos, carranga, complas, se turnaban en las voces de estas y estos artistas que viven la vida del campo y sus apuros. Jhon Henry García, miembro de la Junta, quien coordinó el Festival de músicas populares y contactó a los grupos locales, advierte que pudieron ser muchos más los grupos participantes, pero la agenda ya no alcanzaba. Es evidente que, tal como lo hace el agua, la música recorre estas montañas.



Al descender del escenario, en el rostro de los y las integrantes de los grupos, se percibía la satisfacción de participar en el evento, y así se lo manifestaron a Héctor Amorteguí, periodista y DJ local, quién les esperaba abajo de la tarima para recoger sus impresiones. Luego cada artista, con el poncho de recordatorio al hombro, se disponía a recibir el almuerzo con la alegría de la función cumplida. En la jornada también participó el grupo de danzas del municipio con diversas muestras de bailes folclóricos, anticipando el baile general que se aproximaba.














En la noche, para cerrar (o abrir ) con un brillante broche, llegó el concierto de Juan Eulogio Mesa, el rey del requinto, que con su grupo y calidad interpretativa, logró que aquellos que aun no habían salido a la pista dejaran la bebida en el suelo y se fueran a bailar. Decenas de parejas salieron al paso y la fiesta subió de intensidad, el cielo, que hasta entonces se había mantenido paciente, desató la lluvia, mientras adentro del polideportivo seguía fluyendo la rumba, la cual se extendió Hasta las 3 am. Los que estuvieron hasta el final, entre pasos desordenados, se fueron por los caminos y bajo el chaparrón a buscar cama.





Domingo



Con la resaca a cuestas y el rastro de la lluvia de la madrugada, pero con el tiempo seco, el domingo empezó a crecer. Poco a poco fueron llegando los participantes a la Fería solidaria. Las mesas se iban sumando a la exposición. Alimentos conscientes, Las tortas de Oscar, los Chorizos de Siete Machos, La cerveza de Fomeque, Hortalizas de la huerta, flores, manojos de aromáticas, Salpicón, masato, chicha, Chirrinchi, Sancocho, Lechona, huevos y lácteos, iban surtiendo el mercado, el domingo era el día dispuesto para el paladar. También se asomaban por allí algunas cosas que llegaron para el trueque.







Al lado del mercado, la biblioteca veredal de las adivinanzas montó la Feria del libro gratuito, la cual contó con el aporte de una importante donación recibida de la Biblioteca Municipal de Choachí. Cerca de 300 libros de diversos temas, pero sobre todo de literatura colombiana e infantil, se dispusieron en las gradas del polideportivo para que los pobladores y visitantes pudieran nutrir sus bibliotecas y lecturas. La literatura infantil, casi la mitad de los libros, fue recogida por niños y padres en menos de una hora, los más jóvenes tardaron un poco más en escoger sus lecturas. Al final cerca de doscientos libros se fueron para su casa. En el mismo espacio se mantuvo la muestra de semillas nativas de la cual algunos campesinos y campesinas tomaron alguna parte para llevar a sus huertas.






Al frente de los libros, Ical Emiliano, con 10 años de edad, organizaba, junto a niñas y niños que iban llegando, la ludoteca con diversos juegos de mesa. Durante la semana Ical había estudiado reglamentos de juegos propios y de los multijuegos que había comprado la Junta para el evento con el fin de enseñar y guiar los juegos en la Feria. La actividad tuvo una gran acogida, pequeños y adultos llenaron las mesas y gradas. Ajedrez, dominó, go, escalera, damas chinas, batalla naval entre otros, eran los juegos que doblegaban el tiempo de los presentes. Ical terminaba, cada tanto, jugando tres partidas de juegos diferentes a la vez, lo cual no parecía molestarle.



Mientras en el polideportivo el grupo de danzas infantil , el grupo de teatro Tablas rotas y el grupo de cuerdas pulsadas; todos de la escuela de formación artística municipal; disponían mensaje y sentido en el escenario, en la cocina se llevaba a cabo, bajo la dirección de Mauricio Romero, el taller de cerveza tradicional, en el cual, con la participación de algunos de los y las jóvenes estudiantes de la Universidad Nacional y otros más que venían de la ciudad, durante cerca de 6 horas se siguió paso a paso el recetario para hacer cerveza en casa. Al final del proceso quedaron los lazos de fraternidad que da el trabajar juntos y cerca de veinte litros de cerveza en proceso de fermentación que esperan en la biblioteca de las adivinanzas los días necesarios para su consumo. Así, mientras se revolvían las ollas, en el escenario la jornada cultural del día terminaba con el recital Aviso de terremoto.






Con la aparición de la luna llena en el cielo, empezó a sentirse de nuevo el ambiente de fiesta en el polideportivo. La continuidad de la rumba del día anterior se presagiaba en los atuendos y vehículos que empezaban a llegar por decenas a la vereda. Muchos y muchas esperaban al artista del concierto de esta noche, pues se presentaba el cantante de música popular Miguel Martínez, un joven chiguano de potente voz que ha logrado un importante reconocimiento en el municipio y la región.



Se servían las copas y se iba agrupando la multitud con las seguidillas de canciones conocidas por todas y todos en la voz del interprete, quien fue contratado por la Alcaldía Municipal para iniciar la fiesta, pero el ánimo subió tanto, que entre los mismos asistentes al evento hicieron un par de colectas para que el artista se quedara hasta las horas de la madrugada. La fiesta terminó cerca de las cuatro de la mañana. Durante esa misma noche, en otros parajes de la vereda los y las jóvenes que visitaban la Feria, compartían sus impresiones y experiencias sobre el evento, allí también los sentidos estuvieron despiertos hasta la madrugada.

Lunes



Para el último día estaba programada la caminata por la vereda en la ruta del agua. La caminada empezó tarde, el grupo se fue conformando a medida que transcurría la mañana, estudiantes, jóvenes y organizaciones sociales fueron sumándose a la travesía. El primer lugar de visita fue la huerta agroecológica en donde Rubiela Salcedo expuso como se realizaba el abono orgánico que se usaba en la huerta, posteriormente subimos al bosque de las adivinanzas dónde se sembraron un par de feijoas, luego desde la parte alta del Hato, por un viejo camino descendimos hasta llegar a la piedra de la Virgen y la quebrada donde los visitantes se dieron un baño de agua fría, para seguir andando de regreso al caserío, allí nos esperaban las arepas de la tienda de Doña Herminda y una última cervecita para celebrar el encuentro. Los vecinos y vecinas que pasaban por allí preguntaban repetidamente: 

¿ Y para cuándo la otra Feria?








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