Los trabajos y los días. Entre los oficios de la economía popular en Bogotá

 



Por Grupo de Socioeconomía, Instituciones y Desarrollo (GSEID - UN) 

Fotografías: Andrés Hernández

La mayoría de la población trabajadora de nuestros barrios, que a la larga son el motor de la economía, no tienen un empleo formal, se rebuscan entre sus oficios, ideas y recursos, las condiciones que les permiten vivir en la ciudad; tienen relaciones de solidaridad con las que logran, a veces, sobreaguar los difíciles temporales a los que, cada vez más, los somete el sistema capitalista. 

Todas estas personas que con su quehacer, su cariño y sus conflictos soportan la sociedad y la economía y conforman el sector de la economía popular, que pueden llegar a ser el 60% de toda la población, han sido vistas desde las élites y las políticas de Estado como elementos por articular, castigar o legalizar; los oficios que realizan han sido considerados como marginales, de baja productividad, como actividades que no generan ingreso o como un límite al desarrollo productivo. 

El Grupo de Socioeconomía,  Instituciones y Desarrollo (GSEID) de la Universidad Nacional de Colombia, en el marco de la convocatoria Jesús Antonio Bejarano de la FCE y bajo la coordinación de los profesores, Yenny Carolina Ramírez y Diego Guevara, ha realizado una investigación para comprender los procesos de generación de excedente que toman lugar en las economías y oficios de los sectores populares, a partir de un seguimiento cotidiano a las trayectorias de trabajo de dos oficios (reciclaje y confección textil satélite) y a sus movilidades en diferentes espacios. Esta investigación hace parte de un proceso del GSEID que busca, desde hace más de una década, mediante la caracterización, lectura y articulación con la economía popular, comprender y aportar a la construcción de soluciones autónomas referidas a la política pública para el reconocimiento y garantía de los derechos de este sector de la economía y, a su vez, el bienestar de las trabajadoras y trabajadores que la conforman. 

Estos son las trabajadoras y el trabajador, sus familias, sus días y parte de su historia: 



Jackson

Éramos caliches allá y somos venecos acá, dice Jackson. Hace cuatro años regresó al barrio el Grancolombiano en la localidad de Techotiva (Kennedy), barrio que lo vio crecer,  después de vivir cerca de dos décadas en algunas ciudades de Venezuela. Habita un apartamento dentro de la casa materna, con su compañera Candy y sus tres hijos menores. Los  dos hijos mayores viven en casa pero ya en unidades independientes. Jackson recuerda que a esa edad él también estaba empezando a criar y que tuvo, por tanto, que rebuscarse la vida desde muy joven. Por ese entonces armaba escenografías y hacía montajes de obras de teatro locales, pero su joven familia le demandaba dinero y tiempo por lo que se fue ocupando en diversas tareas hasta que encontró en la confección la posibilidad de crear empresa. Fue a visitar a la familia de Candy en Venezuela y vio que allí había una mejor oportunidad para su familia.


Jackson Ballesteros


De regreso a Bogotá ha profesionalizado su oficio mediante estudios técnicos en el Sena (Servicio Nacional de Aprendizaje) lo cual lo ha llevado a reintentar conformar, en sociedad, una pequeña empresa de confección con recursos familiares,  pero esta vez la pandemia llegó cuando el taller apenas abría sus puertas, por lo que tuvo que cerrar y regresar a trabajar en el garaje de la casa de un hermano y en su propio hogar. Entre labores de comercialización, obtención de insumos, y producción Jackson transita la ciudad, habla por teléfono, revisa la calidad de las camisas, se fuma un cigarrillo, se sienta a trabajar en las máquinas, mira en grupos de facebook el precio de la mano de obra y los insumos vinculados a su labor. En Colombia la gente regala el trabajo, dice, mientras muestra las ofertas de otros trabajadores de la confección  que aparecen en el celular.

A pesar de las largas jornadas laboradas por Jackson, y de que Candy, quien se encarga del cuidado de los hijos, también rebusca algún dinero trabajando por horas en una oficina de afiliación a seguridad social, el ingreso obtenido no les alcanza para soportar el consumo del hogar, por lo que tienen que cerrar caja con ayudas familiares.

Paula

Paula es representante legal del Grupo Empresarial de Recicladores de la Zona Octava (GER 8), asociación de recicladores de oficio que funciona desde el año 2006, ubicada en el barrio el Amparo, en la localidad de Techotiba. Los asociados al grupo son, en su mayoría, adultos mayores, madres cabeza de familia, personas víctimas del conflicto armado y personas en condición de discapacidad.

GER- 8 tiene un acuerdo con las tiendas Juan Valdés, lo que implica preparar y recoger el reciclaje en cada uno de sus locales. Paula y su compañera Adriana salen a las 5 am de su casa para iniciar la rutina, van en el camión o el automóvil hasta el otro lado de la ciudad, para luego recorrerla de norte a sur durante el día y parte de la noche. El tráfico de la ciudad y los contratiempos apenas les da un rato para comer durante la jornada. Luego del recorrido deben llevar los residuos a la bodega, de allí salen a las diez de la noche de regreso a casa en donde sus hijos ya están dormidos. Además de sus tres hijos, Paula y Adriana viven con la madre de Adriana, que por condiciones de salud debe llevar una dieta especial, por lo que para las tareas de cocina y cuidado en general, contratan a una mujer por días.

Adriana Céspedes

Aunque no todos los días son iguales, entre las tareas que implica la organización, los conflictos que de ella se desprenden y las gestiones que demanda; las rutas de reciclaje que deben cubrir a la semana, la investigación para transformación del vidrio, entre otras actividades relacionadas con la labor, poco tiempo les queda a Paula y a Adriana para su vida en familia y hay tareas que a veces se quedan sin realizar. Para Paula no es fácil separar las actividades que están enmarcadas en su ejercicio comunitario en la organización de las actividades que realiza como recicladora de oficio para el sustento del hogar.

Elianor

 Elianor Anzola


Más al norte de la ciudad, en el barrio la Estrada, Elianor, o Leo como la conocen sus allegados, prepara su jornada de trabajo. Debe ser muy precisa en los movimientos para cumplir las metas que se ha propuesto y poder ajustar los gastos que ha tenido en el mes. Trabaja en la confección desde hace 26 años, primero lo hizo en microempresas donde aprendió el oficio de sus compañeras de trabajo, extendiendo su jornada laboral para su formación y entrenamiento; pero hace 15 años, y dado que su hijo menor requería mayores cuidados, decide trabajar como satélite en su casa. Con este propósito usó los ahorros que tenía para comprar casa propia y los invirtió en unas máquinas para iniciar su taller.

Leo se fue de casa de sus padres a los nueve años de edad a causa de los maltratos de su padre, dueño de una gran finca cafetera. Desde niña realizó trabajos domésticos en casas rurales para mantenerse,  así conoció al padre de sus hijos mayores, Gloria y Cristian, a los que concibió cuando era muy joven. Buscando una alternativa económica para su vida llegó a Bogotá al barrio Nutibara en Ciudad Bolívar, donde continuó trabajando en labores domésticas en casas de familia. La vida de Leo ha estado signada por maltratos físicos y psicológicos por parte de sus parejas sentimentales, esto ha determinado su errancia y que haya tenido que asumir la responsabilidad del cuidado material y emocional de sus hijas e hijos.

Diana

Diana Fino es recicladora, no todo lo que recicla lo lleva a la bodega de su organización, pues busca mejores precios para obtener un poco más de ingreso en la venta del material. Vive junto a sus tres hijos y a Carlos, su compañero, en Patio Bonito en el sur occidente de la ciudad, en una pequeña casa de tres plantas que ha ido construyendo durante su vida.  Desde allí, esquivando el tráfico del medio día en su motocarro, Carlos y Diana van a separar y recoger residuos en una urbanización en Fontibón dos veces por semana. 

Diana Fino

Se acercan las fiestas navideñas y las canecas parecen tener sorpresas, regalos sin abrir, ropa de dotación nueva, juguetes apenas usados, adornos navideños. Algunas de estas cosas, terminarán en el mercado de corotos, Diana los ubica en una bolsa especial. No siempre se tiene esta suerte, advierte, mientras sigue separando residuos. La tarea no es menor, son cinco grandes canecas para clasificar.  “Es la historia de siempre, a mi me sirve lo que a ellos no les sirve,  a veces es más, o a veces es menos”, concluye Diana. En la habitación de al lado Carlos tiene una tarea similar. Luego de algo más de dos horas de trabajar en la separación cargarán los residuos en el motocarro para llevarlo a la bodega, de nuevo al sur occidente de la ciudad, el tiempo del viaje dependerá  del tráfico y de las inclemencias del clima.

Conclusión

Al hacer el balance con las familias sobre estas economías domésticas, se encuentra que las jornadas laborales de las trabajadoras y trabajadores de sectores populares son en extremo largas y se extienden hasta los espacios domésticos. Las mujeres deben sincronizar el tiempo de trabajo con tareas del cuidado y tareas comunitarias que no son remuneradas. Las actividades que realizan estas trabajadoras y trabajadores de la economía popular, así como todos los quehaceres domésticos y de cuidado que requieren sus hogares para seguir en la labor del día a día generan un excedente económico, sin embargo, este es extraído y transferido a través del comercio forzado, la persistencia del endeudamiento, los impuestos relacionados con el consumo y, en particular, por la subvaloración del costo de reproducción de la fuerza de trabajo.


Paula Rengifo
Las economías de los hogares del sector popular son generalmente deficitarias, así que la posibilidad de sostenerse en el tiempo está asociada con relaciones de protección familiar y prácticas solidarias comunitarias que cubren los déficit que generan las relaciones monetarias en el intercambio económico. Su acceso al crédito también depende de estas relaciones de protección, y suele adquirirse a través de trabajadoras asalariadas o pensionadas vinculadas a la economía formal.

Así, la protección generada por la familia extensa se convierte en una forma de responder y amortiguar la crisis económica y los bajos ingresos. Esta forma de autoabastecimiento o soporte familiar ante la crisis de sostenimiento de la vida se convierten al mismo tiempo en múltiples mecanismos de explotación sobre las familias extensas de trabajadores y trabajadoras. La limitación en la autonomía de las mujeres y la imposibilidad de esa familia extensa de mejorar  su condición social y económica son los principales efectos de los procesos de extracción del excedente.

Gloria Zambrano


Equipo de investigadoras e investigadores: Yenny Carolina Ramírez, Diego Guevara, Luisa Fernanda Tovar, Manuel Rubio García, Edgar Suárez Forero, Brian Ortega Cabrera, Alejandra Betancourt, Andrés Fernando Hernández.

Trabajadoras y trabajadores de la economía popular: Diana Fino Nuñez, Jackson Ballesteros, Elianor Anzola Florido, Gloria Zambrano Anzola, Paula Rengifo Quiceno, Adriana Céspedes Méndez, Carlos Tovar Rodríguez, Candy Colmenares.


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