Poesía para el alma adormecida: Jimena Guevara

Imagen: La contemplación es la puerta del alma /Jimena Guevara

La palabra, poderosa transmisora de mensajes, nos conecta desde lo local hasta lo global.

Nieta de abuelo chiguano (Joselín Guevara) y sobrina de la profesora y gestora ambiental Esperanza Guevara, Jimena Guevara decidió apostarle al arte y a la cultura escribiendo poesía.

“Poesía para el alma adormecida” es el primer libro que Jimena publica. La poesía le dió esa libertad que buscaba en Bogotá y que la encontraba solo cuando retornaba al campo, a la vereda de Guasa en Choachí. Las caminatas en las montañas, las lecturas en la hamaca, la siembra de aromáticas y hortalizas, las conversaciones con los habitantes de este territorio, nutrieron sus procesos creativos y ahora nos presenta estos poemas, muchos de ellos inspirados en la naturaleza. 

La autora considera la escritura como una puerta mística y una experiencia espiritual que nos puede ayudar a comprendernos mejor a nosotros mismos y a los que nos rodean. Su intención es poder compartir reflexiones y sensaciones personales que nos inviten a apreciar la belleza de la vida presente, tanto en sus momentos cotidianos como en sus momentos más difíciles y luminosos. 

Hace 4 años se fue para Francia donde vive ahora y donde editó su libro junto a su compañero Felix Abadie. Sin embargo, regresa siempre extrañando las cordilleras colombianas y buscando siempre renovar sus vínculos con actores importantes de la escena artística y cultural de Bogotá y Choachí.

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Floreciente Madre Monte

Reconozco tus siluetas
desde los balcones del alma.
Benditas sean tus cumbres
que sostienen los cielos
y dan sabiduría al hombre.
Abraza con tus frondosos brazos
nuestras pequeñas voluntades
y hazlas grandes,
merecedoras de tu cuidado.


Agua

Ríos se entrecruzan
y descienden desde las alturas,
bañando las rocas
que conservan sus composiciones sólidas.
Luego irán a fundirse
con los océanos oscuros
y profundos como la noche.

La fría virtud

El agua que baña mis cabellos
recorrerá los caminos escarpados,
descenderá bañando los montes
y caerá sobre los cultivos de las manos laboriosas.
Deja que cubra tus pies con su fría virtud,
purifique tu pensamiento y te veas ligero al andar.


Sueño y vigilia

Un sueño conocido sobrevive en la vigilia.
Es el día en que los pájaros
entonan melodías hace muchos años muertas.
El día en que el águila extiende sus alas
y se libera de la vejez.
El día en que los dioses
se reconocen entre las multitudes de mortales.
El día en que las soledades
se abrazan y se ríen de sí mismas.
El día en que el frío
abriga y se celebra.
El día en que todos los temores
apresuran su marcha y se transforman en luz ascendente.
El día en que conscientemente
la vida abraza la muerte y la muerte abraza la vida.
El día en que las tierras sagradas
cosechan sus mejores frutos:
los hijos dorados compartiendo el pan en la mesa.
El día en que los ancestros
hablan a través de nuestros labios.
El día en que las llanuras
se convierten en las más altas cumbres.
El día en que pensamiento, palabra y obra
coinciden en sus danzas místicas.
El día en que el vinagre
se purifica y se transforma en dulce néctar.
El día en que la verdad, infinitamente seductora,
tomará el cuerpo de mujer.
El día en que dejaré de existir en este cuerpo,
para existir en todos los cuerpos...

Madre

Madre, en silencio te escucho.
Comprendo tu lenguaje, lo siento descendiendo
hasta hallar el sonido primordial del fuego.
Y luego abrigar el cielo para humedecer los labios.
No confundas mi sueño esta noche,
dame dulzura y soledad.
Serviré en un verso la imagen que te ilustre,
maravillosa y eterna.
Ámame para recordarte.
Mujer madre,
permíteme siempre tenerte adornada en mi jardín,
para aliviarnos juntas con la primavera,
florecida, atenta a la revelación de la vida.
Soy tuya madre, me entregó para liberarme en tu
vientre.

Imagen: Raíces /Jimena Guevara


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