Agricultura en crisis por precios de insumos. La agroecología como alternativa



Por Julián Augusto Vivas

La subida del nivel de precios de los insumos para la producción agrícola afecta gravemente la economía campesina. Dentro del cultivo del girasol, uno de los más frecuentes en Choachí, los costos de usar insumos de síntesis química, que generalmente se conocen como “remedios”, “fumigos” o simplemente agroinsumos, pasaron de representar cerca del 12% de los costos totales de la producción, hace alrededor de 5 años, a ser un poco más del 20% en la actualidad; mientras los costos de mano de obra apenas han pasado del 30 al 32% de los costos totales.

Para otros cultivos, los productores de la región manifiestan que se presentan incrementos de los precios de los insumos de hasta el 100%, o variaciones constantes por  los movimientos del precio del dólar. Todo esto ha obligado a reducir el área cultivada, a endeudarse cada vez más o a buscar actividades económicas alternativas.

Pero no es la primera vez que sucede esto. Según los testimonios de campesinos de Choachí, hace más de una década los productos más cultivados, cebolla y papa, entre otros,  disminuyeron su productividad y se hicieron más vulnerables a enfermedades, con lo que a su vez se elevó aún más los costos de producción relacionados con el uso de agroinsumos, y finalmente la producción se hizo menos rentable, para dar paso entonces a la ganadería y al monocultivo de flores.

Esta situación de los precios de los agroinsumos tiende a agravarse no solo por la guerra entre Ucrania y Rusia, pues ambos países se encuentran dentro de los principales vendedores del planeta de materias primas para la elaboración de fertilizantes, sino porque los expertos calculan un inminente agotamiento de las fuentes mundiales de fósforo y de otros agroinsumos que no se pueden sintetizar en laboratorios. En el escenario nacional, a pesar de la entrada en vigencia de la ley que busca regular los precios de los agroinsumos, y de las medidas para abaratar sus importaciones, el complaciente Estado colombiano es incapaz de controlar a las grandes empresas multinacionales que manejan el mercado de fertilizantes, pesticidas y fungicidas y que  imponen los precios de acuerdo a prácticas monopólicas. 


Vale la pena recordar que la élite colombiana, con su tradicional desgreño de lo público, privatizó en 2015 la empresa colombiana de abonos (ABOCOL) que proveía cerca del 20% de los fertilizantes consumidos en el país. El otro proveedor importante, con una oferta cercana al 50% del consumo nacional, era la empresa Monómeros, que hasta el 2006 perteneció a Colombia y Venezuela. Pero en ese año el gobierno colombiano vendió su parte al gobierno del vecino país. La empresa hoy se encuentra en quiebra debido a una intervención realizada por el actual gobierno colombiano que finalmente se la entregó a un grupo de la oposición venezolana.

Todos estos cambios económicos no solo hacen parte de una coyuntura transitoria sino que muestran que la  agricultura que practicamos mayoritariamente en nuestro territorio está en una crisis estructural y es ya  insostenible en el tiempo. Una gran cantidad de estudios demuestra que, en general, fertilizantes, plaguicidas y fungicidas afectan gravemente la biodiversidad presente en el suelo, miles de millones de bacterias, hongos, protozoarios, insectos, lombrices, y otros vertebrados e invertebrados que interactúan entre sí para garantizar la riqueza del suelo y el bienestar de las plantas. Igualmente, el uso excesivo del tractor en zonas de ladera, otra práctica común en este tipo de agricultura dominante, produce un grave deterioro de la calidad del suelo por la erosión y el lavado de la materia orgánica necesaria para mantener el equilibrio de la vida dentro del suelo. 

El deterioro de este equilibrio, que se produce también por los efectos negativos de las prácticas agrícolas sobre el resto de la fauna y flora  de nuestro territorio (bosques, fuentes de agua, insectos, pájaros, etc) se evidencia no solo en las investigaciones que demuestran una alta degradación de los suelos agrícolas en Choachí, sino sobre todo en la disminución de la productividad de los mismos, lo que genera finalmente una gran cantidad de problemas alimentarios, de salud pública y económicos, como los anotados anteriormente.



Pero detrás de cada crisis hay una oportunidad. La actual subida de los precios de los insumos agrícolas representa una oportunidad para transitar hacia la agroecología, un tipo de agricultura que, al tiempo que reduce la alta dependencia de insumos, se preocupa por la salud de las familias campesinas y los consumidores, mejorando también la rentabilidad de los cultivos.

Hoy que empieza a repetirse la historia de este interminable ciclo de destrucción del suelo, pérdida de productividad y crisis económica de los productores es necesario señalar que la salida no se encuentra en la disminución de los precios de los agroinsumos de la agricultura tradicional, sino en transformar el tipo de agricultura que se práctica en nuestro territorio.  Es necesario retomar las prácticas tradicionales de conservación del suelo, el agua y el aire, darle un lugar prioritario a la producción de alimentos y la seguridad alimentaria, disminuir al máximo la dependencia de agroinsumos. La agroecología representa una importante alternativa en este sentido y las administraciones municipales de la Provincia de Oriente cuentan con una gran cantidad de herramientas de política pública para impulsar y replicar las  iniciativas agroecológicas presentes en el territorio.




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