Así fue el gran encuentro comunitario en la vereda El Hato, Choachí.

 


Por Periódico El Sirirí

Amaneció con las nubes a ras de tierra, la llovizna susurraba sobre la vereda el Hato en Choachí cuando sonó el pito para dar inicio al torneo relámpago de microfútbol. Los jugadores empezaron a correr a través de la niebla. Las motos seguían llegando con las farolas encendidas trayendo gente de diversas veredas de Choachí y de Bogotá. Todo estaba casi listo para llevar a cabo la jornada comunitaria de la vereda, la cual incluía, además del torneo, feria del libro, venta de comidas y una fiesta para cerrar la jornada. Había mucha expectativa entre la comunidad y no era para poco, hacía cerca de una década, que no se hacía una actividad de esta índole en el lugar.

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Cerca de la cancha, donde antiguamente quedaba el salón comunal, se instalaba la primera Feria del libro de la vereda, cerca de trescientos libros de diversos temas y materias, donados por la Biblioteca de las Adivinanzas y el Periódico El Sirirí, estaban disponibles para que los visitantes y habitantes de la vereda llevaran material de lectura a sus casas sin costo alguno. La Ilíada, versos de Machado, los cuentos de los hermanos Andersen, libros de salud familiar o agricultura, entre muchos otros, hacían parte de la colección . Los niños fueron los primeros visitantes y se llevaron bajo el brazo cuentos infantiles para sus hermanos menores y algunos libros de matemáticas y literatura.



A media mañana la cocina seguía en el ajetreo. Desde el día anterior se habían iniciado las labores de preparación de alimentos, las mujeres de la Junta de Acción Comunal y sus familias unieron esfuerzos para realizar la tarea; desgranar arveja, pelar yucas y papas, preparar el relleno de las empanadas, cocinar las gallinas; todo en grandes cantidades. Hasta altas horas de la noche revolotearon los oficios y las palabras. Poco tiempo quedó para dormir, había que volver a la faena. Desde temprano salieron chorizos, empanadas, tintos, ají, sopas, con destino a la tienda que se había montado en casa de Doña Alcira y Don José, quienes siempre han ayudado con su acogida y esfuerzo a las actividades comunales.




En la tienda el movimiento se fue haciendo mayor con el transcurrir del día, las comitivas de los diferentes equipos, habitantes de la vereda y visitantes se sumaron a la concurrencia que degustaba las delicias frescas que bajaban de la cocina y de la tienda Siete Machos de donde llegaron las esponjosas mantecadas y de donde también llegó como obsequio; la botella de whisky para la rifa. Los parlantes estaban encendidos con la música popular como anunciando la fiesta. El grupo de vecinas y vecinos de la Junta encargado de las ventas no daba abasto, por lo que más personas se fueron sumando al otro lado de la vitrinas para ayudar con la atención, empezaba a venderse a granel la cerveza y, dado el clima frío, los vasos con tintos calientes que iban y venían, daban un buen aroma a la tienda. Cerca del medio día, desde el micrófono que animaba y promovía las ventas, se anunciaba que ya estaban listas las gallinas para la mesa. En las tribunas se celebraba otro gol.



Fueron ocho los equipos que participaron en el certamen representando a sus veredas: El Verjón (Bogotá), Masa, Quiuza, La Palma, El Curí, El Hato, Meseta y Potrero Grande. Estos equipos se encontraron en la cancha para poner a prueba sus habilidades durante todo el día y gran parte de la noche. La tribuna, llena de ojos expectantes, animaba el juego y a los equipos en medio de la fraternidad que se respiraba entre saludos y reconocimientos. En el torneo, según los asistentes, prevaleció el juego limpio y el buen arbitraje, aunque como suele suceder en estos casos, siempre se generan algunas polémicas por una u otra jugada o decisión. La final se jugó entre La Palma y el Curí, resultando campeón el equipo de la Palma.



Cuando llegó la noche y el cielo ya se había despejado, el dj encargado, Héctor Amórtegui, y su colaborador, Mateo de la Hoz, provenientes de la vereda Cartagenita en Choachí, adecuaron el salón del acueducto comunitario para la fiesta; pero ante la alta concurrencia y las motos y vehículos que no paraban de subir, los organizadores decidieron hacer la fiesta en la calle, puesto que las directivas del colegio no permitieron usar el polideportivo de la vereda. Así que tocó trastear luces y cámara de humo y pasar de la pretensión de azotar baldosa a la realidad de azotar placa huella bajo la luz de las estrellas.





La tienda fue entonces la caseta de la fiesta, allí llegaban los comensales y bailadores a pedir empanadas, que aún quedaban, y canciones para el baile, unos querían carranga y otros reguetón, unos pedían un merengue rapidito y otros a Pastor López. Las parejas bailaban cuesta arriba y cuesta abajo y la fiesta iba subiendo el volumen, al punto que se quemaron dos parlantes y tocó acudir a la vieja rockola de Doña Alcira para que los asistentes vieran, al sabor de algunos aguardientes y al son de algún vallenato, las primeras luces del alba apareciendo tras la montaña.




Comentarios

  1. Felicitaciones a la Comunidad, JAC, participantes y al periódico El Siriri. Espero el año entrante no perdérmela.

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  2. Gran evento: literatura, deporte, baile, gastronomía y unión comunal perfecta mezcla de convivencia y paz.

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  3. Felicitaciones a las comunidades rurales que una vez más nos dan ejemplo de convivencia y rescate de tradiciones culturales, gastronómicas v recreativas.

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