Hablar de política


Por Edgar Suárez -  Periódico El Sirirí.

Por favor no hablar de política en la mesa, ni en la cama, ni en el trabajo, ni en las tiendas, ni en los grupos del WhatsApp. Aquí no se debe hablar de política. Se puede hablar de politiquería, de clientelismo, de corrupción, de fraude, de chismes sobre los políticos, pero no de política. Parece ser que la política despierta pasiones y calienta los ambientes, por ello se nos sugiere evadirla. Es un asunto de cada quien, nos dicen, es un asunto privado. Y cada quien puede hacer lo que le parezca.

En tiempos electorales, los medios de comunicación masivos hacen su parte, buscan exacerbar los ánimos y las pasiones, siguiendo la ruta de estrategias establecidas por las agendas de los políticos y replicando en redes, emisoras y pantallas, mecanismos para señalar, discriminar y estigmatizar a aquellas personas que se atreven a disentir. Asuntos de poca importancia e inexistentes son puestos en la parrilla de las preocupaciones ciudadanas, las falsas noticias, las falsas amenazas, como el comunismo, Putin o volverse como Venezuela se ponen en el orden del día. Para los medios y publicistas no hay más reglas que la ambición, el dinero y la impunidad.

Mientras tanto, nosotros, los ciudadanos, vivimos en una censura permanente en donde investigar, estudiar la realidad, expresar lo que se sabe cierto, participar, ser crítico, promover el diálogo social, querer compartir un proyecto común, es socialmente reprochable y mal visto, por tanto se vuelve peligroso. Para la muestra tenemos los falsos positivos judiciales contra movimientos sociales y políticos, el asesinato de líderes sociales y la cadena de infamias de los gobiernos sucesivos y sus estrategias legales e ilegales de persecución, estigmatización y control social. 

Hasta el voto, elemento fundamental de esta democracia representativa, debe guardar silencio. El voto que se mete en la urna no es por un candidato ni es una opción personal, es por un plan colectivo y reside en nuestra capacidad de entender la realidad y pensarnos un futuro compartido como un grupo de personas con la misma nacionalidad. El derecho que tenemos de no revelar el voto no quiere decir que el voto deba ser secreto, se volvió secreto por el constreñimiento, la corrupción y el peligro de amenaza o muerte sobre los votantes. El voto debe ser un asunto debatido pública y programáticamente en espacios domésticos y públicos sin miedo, sin fanatismos ni vergüenza.

Ese es tal vez el cambio que necesitamos, pasar del silencio y el miedo a la palabra, a una sociedad que expresa y discute lo que piensa y siente. Tal vez la solución a las problemáticas que nos someten, como la corrupción, la pobreza, la guerra, la desigualdad o la ignorancia, pase justamente por hablar de ellas, por discutir salidas, pensar soluciones y generar acciones y opciones colectivas que no nos ignoren y que al fin nos tengan en cuenta. Hay que hablar de política, es urgente.


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