El renacimiento de la tierra


Por  Laura González 
Grado séptimo - IED  Ignacio Pescador

Ilustraciones: Karen Lorena  Martínez


Violeta era una granjera inteligente, creativa y valiente. Tenía un jardín en la granja del abuelo, el cual era el más hermoso de todo el pueblo y era reconocido porque allí crecían las más grandes y deliciosas lechugas. A Violeta le encantaba sembrar sus vegetales por grupos, pues pensaba que, si las lechugas se sentían distanciadas en grupos, serían felices y crecerían más rápido. 

A medida que crecían sus lechugas, Violeta nombraba los grupos de acuerdo por sus características: así que a las grandes las llamó “Grandulonas”, a las brillantes las nombró “Vanidosas” y a las pequeñas las bautizó “Interesantes”. Todas amaban a Violeta y querían ser las más bonitas y las más grandes. 

La lechuga más alegre y graciosa del grupo de las “Vanidosas”, tenía el nombre de Romina. Un día Romina se dio cuenta que ella y sus amigas dejaban de crecer y se sintió muy preocupada porque las “Interesantes” estaban más grandes que ellas, así que le dijo a Noemí, una lechuga muy asustadiza, lo que estaba pasando. 

Muy pronto, Romina y Noemí hablaron con el resto del grupo y en medio de esta conversación nacieron hipótesis aterradoras y cada vez más preocupantes, pues todo parecía que de los tres grupos, a las “Vanidosas”, era a las que más les costaba crecer.

−¿Por qué será que esto nos pasa? −dijo Ada. 

−No sé. −respondió Celeste. –pero tenemos que hacer algo pronto…¿Viste como están de interesantes las “Interesantes”?

Entonces, Noemí, la lechuga nerviosa, se enojó y gritó muy fuerte, tanto que sus palabras casi se escucharon del otro lado del mundo. −¡Amigas, tenemos que buscar una solución! 

El resto del grupo estuvo de acuerdo y comenzaron a hacer preguntas. Antonia le preguntó a Iris, una lechuga del grupo de las “Grandulonas”, si sabía por qué las “Vanidosas” habían dejado de crecer. Iris, que era una sabelotodo, respondió: Les falta nitrógeno.

−¿Qué es nitrógeno? −preguntó Celeste. 

Iris entonces dijo: El nitrógeno en las plantas es el elemento más importante después del carbono, hidrógeno y oxígeno. Es un macronutriente esencial que forma parte de biomoléculas como proteínas y ácidos nucleicos. 

−Lo malo es que el nitrógeno no puede ser aprovechado directamente por ustedes.

En esas estaban cuando un conejo muy grande y ágil, llegó muy rápido y ¡Zas! se acomodó plácidamente en su regazo. Celeste agradeció la interrupción porque nada había entendido. Las “Grandulonas” eran además fuertes, muy inteligentes y a veces costaba entender de lo que hablaban. Nubia, una de las “Interesantes” le dijo que hablara con el sabio.   

−Lo encontrarás en el gran árbol de manzanas que se encuentra detrás. 

−¿Este?

−Ese árbol es tan sabio como los consejos de los abuelos, él les puede dar la solución a todas tus preguntas, pero tendrán que esperar a que anochezca.

Las lechugas del grupo de “Vanidosas” estaban aquella tarde muy tristes. Tanto que Violeta se dio cuenta y antes del anochecer las regó con mucho cariño. Llovían lágrimas por sus hojas y perdían el color verde, y la idea de no poder crecer más, las llenaba de tristeza y preocupación. Cuando anocheció las lechugas se dirigieron al árbol de manzanas: 

−¿Señor árbol, será que podemos hablar con usted?

−Sí, ¿En qué les puedo ayudar? −Respondió el árbol

−Estamos dejando de crecer y una amiga dice que es por falta de nitrógeno. 

−¿Será esto cierto?

−¿Usted nos puede dar una solución? –replicó Mirta, la lechuga rojiza.

El árbol se quedó en silencio unos minutos. Luego dijo:  

−Hay unos seres vivos, quizás los únicos en el mundo que les pueden ayudar a hacer ese trabajo, se llaman bacterias nitrificantes, ellas capturan el nitrógeno atmosférico del aire y lo transforman en una forma que resulte útil para ustedes. Este proceso se llama nitrificación. −respondió el sabio.

 −¿Y dónde hallamos a esas bacterias para que nos ayuden? −exclamó Romina.

−Tendrán que invocarlas. −dijo el árbol.

−¿Y cómo? −dijo Antonia

−Tendrán que unirse los tres grupos de lechugas y juntas y al mismo tiempo exclamar una frase. De imaginarse tener que relacionarse con las “Interesantes” y las “Grandulonas”, Iris se desencantó de la idea.

−¿Y no hay otra forma?

−Es la única manera. −dijo el árbol.

Sin mucho entusiasmo y esperando lo peor, las lechugas hablaron con sus compañeras y resultó que aceptaron la idea. En un acto de bondad y buena fe, se organizó la participación de todas las lechugas en el recital de la frase: “!Señoras Bacterias Nitrificantes, vengan ahora, es su momento!” y como todas cooperaron se dio la tan esperada aparición.

−Para qué somos buenas –se escuchó que decían de una nube de bacterias. Eran unas diminutas células sin núcleo y con paredes muy fuertes que, ellas mostraban con orgullo y llamaban peptidoglucano. Las lechugas, un poco asustadas, expusieron lo que sucedía, y las bacterias decidieron ayudar a todas:

−La verdad, amigas, el trabajo que ustedes nos están pidiendo es muy difícil. El nitrógeno que requieren ustedes se encuentra en la atmosfera de manera gaseosa y nosotros debemos convertirlo en nitratos. Eso es muy, pero muy difícil. Por eso queremos proponer un trato.

−¿De qué se trata? −dijo Antonia. −Haremos lo que sea…

−Si quieren la nitrificación para ustedes. –dijeron las bacterias, todas al tiempo y con suave melodía. –Tienen que prometernos que a cambio su alimento llegará a los niños y no importa cuál de todas ustedes sea más bonita, inteligente o grande. Deben prometernos que su preocupación es entregar lo mejor y así cada niño o niña que coma estas lechugas será fuerte y saludable.

−Está bien… Lo prometemos. –Respondieron las lechugas.

−¡Ojo! Si incumplen su promesa, no volveremos a trabajar para ustedes ni por todo el oro del mundo y además, cada vez que sean cosechadas para ser vendidas sus hojas perderán color y se arrugaran tanto que no tendrán ni siquiera sabor. 

−¡No queremos eso! ¡Jamás incumpliremos nuestro pacto!

−Eso era lo que queríamos escuchar. −respondieron las bacterias. −Los niños amarán sus verdes y frondosas hojas y todas ustedes serán los mejores frutos que hayan podido existir en estos campos.

Pronto Violeta notó que, de un momento a otro, las lechugas empezaron a crecer más que cualquiera de las plantas en el cultivo y sus moléculas de ácido nucleico y proteínas produjeron mucha energía, gracias a las bacterias. También Violeta notó que cuando vendía las lechugas a los niños en el mercado, estas parecían crecer hasta convertirse en espectaculares joyas verdes comestibles y por eso era conocida en todo su pueblo, porque sus lechugas lograron ser las más grandes y deliciosos vegetales de la región.



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