Las abejas nos dieron alas para salir de la prisión distópica de la ciudad




Por Jeffer Chaparro Mendivelso

“Hay que tener mucho cuidado con los sueños porque pueden convertirse en realidad... En ciertos momentos me siento un poco culpable por la actual pandemia. Luego recuerdo que nadie puede controlar a este mundo ni a las fuerzas de la naturaleza. Es una idea bastante absurda pensar que un deseo humano se haga realidad a escala planetaria. Ningún terrícola controlará a Pachamama jamás. Tan solo la Madre Cósmica podría ostentar tal poder.”

Este sentimiento de culpabilidad es un juego de espejos de mi mente inquieta. Así que luego caigo en cuenta de esa dinámica, recapacito y me tranquilizo. Igual no olvido las innumerables veces que soñé y deseé que algo fuerte, duro y trascendental pasara en este mundo descontrolado, desquiciado y criminal. Desde niño siento que algo va muy mal en este planeta hermoso. Seguramente el problema radica y se soporta en los mismos humanos, la especie humana, estos seres sin mente y ansiosos de poder y de pelea. Seres altaneros y poco elevados. Al fin y al cabo seres efímeros en el Cosmos; esto sí me tranquiliza y complace mucho (1)...

Lo que en un principio parecía el apocalipsis paulatinamente dio paso a una situación menos fuerte pero no por ello despreciable. Jamás se me olvidarán y se borrarán de mi mente las caravanas de la muerte italianas, el pésimo manejo de los hogares geriátricos en España y las fosas comunes de New York que vi en las pantallas de las que dispongo.

Imágenes asociadas al fenómeno potente del Homo videns (2). Desde que decretaron la cuarentena estricta en Bogotá, específicamente a partir del 25 de marzo de 2020, duré aproximadamente un mes de confinamiento total. Siempre desconfiando de las pantallas, los gobiernos, la biotecnología, las
farmacéuticas, los ejércitos, las policías y hasta de los hospitales. La ciudad, el país y el mundo se volvieron más caóticos e impredecibles de lo ya acostumbrado en las dos primeras décadas del tercer milenio del absurdo calendario Vaticano (3).
 
Entre los sectores productivos vitales que no cerraron por la pandemia, según el decreto presidencial
correspondiente a la cuarentena, se encontraban las actividades agropecuarias. Como sé leer, revisé la
normatividad por mi cuenta y unos grandes amigos del campo, Víctor y Lorena, me alentaron a salir de la ciudad. Desde niño he tenido un fuerte vínculo con el campo. Y ahora como docente universitario4 ese vínculo se ha estrechado. En mis prácticas de campo (2009 - 2019) hemos visitado muchas fincas
productivas, emprendimientos agropecuarios alternativos, terrenos permaculturales, cabildos
indígenas, ecoaldeas y zonas despobladas. Hemos acampado cerca de la nieve, en altiplanos lacustres,
valles secos, páramos, selvas húmedas y hasta en la playa frente al mar. He caminado mucho. Hemos
caminado mucho por el territorio colombiano.

Desde el año 2015 viajo con gran frecuencia al Oriente de Cundinamarca, cerca de Bogotá. A partir
del año 2018, junto a Andrés y Johanna, hemos emprendido una aventura muy estimulante y gratificante en el campo: cuidar abejas para la protección ambiental y para obtener en conjunto con ellas: miel, polen, propóleo y cera, en especial para autoconsumo. Más que un fin productivista nos
interesa la conservación ambiental y la investigación aplicada (5) La iniciativa apícola se enmarcaba dentro de las excepciones a la cuarentena, por lo cual era posible realizar las revisiones técnicas a las abejas de manera paulatina, con los correspondientes desplazamientos fuera de la ciudad de Bogotá. Es así que las abejas nos dieron alas para salir de la prisión distópica de la ciudad. Quiero reconocer que en mi caso particular sentí muy poco la cuarentena asociada a la COVID-19.

Nunca se irá de mi mente la felicidad que experimenté al ver de nuevo el verde profundo de las
montañas agrestes del Oriente de Cundinamarca. Me sentí muy feliz y contento al salir de la ciudad y al
regresar al campo. Había pasado apenas alrededor de un mes de mi distanciamiento con la vereda,
producto de la cuarentena, y ya extrañaba su aire, su viento, sus aves, sus quebradas, sus bosques, sus
insectos... Las luciérnagas alumbrando por miles los prados en la noche. El ascenso de la luna llena desde Chingaza. Júpiter, Marte, Venus y Saturno apreciables en la bóveda celeste a simple vista en ciertas noches despejadas. Las moras silvestres repletas de sabor. Y por supuesto extrañaba a las abejas y las flores que visitan.

Salir de la ciudad parecía muy complicado durante la pandemia. Una situación realmente extraña. Por
momentos me sentí ensoñando planear la fuga de la prisión de Alcatraz (6). Desde hace varios años siento que la ciudad me atrapa al estilo de un hoyo negro: no escapa ni la luz. Aunque aprecio mucho los entornos urbanos, siento frecuentemente que retienen a la gente, en ocasiones a la manera de una cárcel disfrazada de democracia y oportunidades falsas (7). De manera obvia este sentimiento de confinamiento lo sentí más fuerte durante la cuarentena… Pero además me sentí más vigilado y monitoreado por el Orgasmatrón, por Canibalia, por el Estado Colombiano y por las multinacionales globales que trafican con los datos personales de la gente que usa Internet (8). Lamentablemente la ciudad frecuentemente me parece asfixiante. La pésima calidad del aire en Bogotá es solo una de las aristas del problema.

Al regresar a la montaña, luego de caminar menos de una hora, noté la pérdida de estado físico a causa del encierro. Y por fin vi de nuevo las cajas de madera que contienen las colmenas. Las abejas estaban en otro mundo. Mejor dicho: Gaia, la Ecumene, es multidimensional, y ello aplica al conjunto de la trama de la vida. Los humanos aterrorizados por un virus, las abejas afectadas por la crisis ambiental global, pero ellas trabajando sin miedo. El miedo se ha extendido y ha infectado a la población mundial de forma tal vez más fuerte que el mismo virus de la COVID-19. El miedo ontológico a la muerte… Ahora frente a todos.

En las pantallas. En las calles de las ciudades. Miedo mezclado con las pantallas de Internet que atrapan como telarañas a los humanos (9). Y mientras tanto las abejas en su tarea: volar de flor en flor…
Pero hay más sorpresas en este mundo intrincado y asombroso: algunas investigaciones recientes
plantean que los apicultores sufren menos de COVID-19 a causa de la apitoxina y que los productos asociados a las abejas disminuyen de manera sustancial el riesgo de contraer el virus (10). Las abejas están en serio riesgo por la irresponsabilidad del sistema políticoeconómico imperante en el mundo. La cosificación de la vida y el dataísmo, junto a la ciencia aniquiladora y sin alma, han dado origen al
Antropoceno. Evidentemente todo está alimentado por el crecimiento excesivo de la población
planetaria y su correlación con la expansión de las ciudades y los centros poblados (11).

Aproximadamente desde hace una década tengo una intuición: el futuro de la humanidad pasa por
regresar al campo y a la vida frugal y sencilla. Aunque una posible alternativa sería invadir de verde a las ciudades con jardines de hierbas medicinales, bosques comestibles, terrazas productivas y jabones
biodegradables que no contaminen los ríos y los mares. Pero esto es demasiado fantasioso. La sindemia actual (12), madre de la pandemia por COVID- 19, debería dar impulso a nuevas utopías que le hagan frente a las distopías de este milenio.

La vereda en la que me encuentro no es el paraíso, pero es mucho más amigable y agradable que la
ciudad. ¿Para qué sirve la geografía académica? ¿Cuál es la función real de las ciudades? ¿Es posible volar sin alas?

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1. En este aspecto estoy muy influenciado por Nietzsche. Véase especialmente: Nietzsche, Fridrich. Sobre verdad y mentira en sentido extramoral y otros fragmentos de filosofía del conocimiento. Madrid: Tecnos, 1996, 120 p.
2. Sartori, Giovanni. Homo videns. La sociedad teledirigida. Madrid: Taurus, 1998, 159 p.
3. Si asumiéramos como inicio del tiempo humano reciente la finalización de la última glaciación planetaria, deberíamos ir aproximadamente en el año 20000. En todo caso esta también sería una decisión absurda.
4. En el Departamento de Geografía de la Universidad Nacional de Colombia.
5. Andrés culminó su investigación de pregrado en Ingeniería Agrícola en la Universidad Nacional de Colombia a partir del emprendimiento con estas abejas.
6. En la línea de la película. Véase: Sieguel, Don. Escape from Alcatraz. USA: Paramount Pictures, 1979, 1h 52min.
7. Una importante investigación sobre la visión negativa de la ciudad la realizó Horacio Capel (aunque no sobra señalar que él defiende a la ciudad como un entorno muy importante para el devenir de la humanidad). Véase: Capel, Horacio. Gritos amargos sobre la ciudad. In Javier Maderuelo (Ed.). Desde la ciudad. Arte y naturaleza. Actas del IV Curso, 1998. Huesca: Diputación de Huesca, Universidad Internacional Menéndez Pelayo, 1999, p. 95-132.
8. Sobre este último asunto recomiendo mucho consultar: Snowden, Edward. Vigilancia permanente. Madrid: Planeta, 378 p. 
9. Chaparro, Jeffer. Telarañas digitales. Cavilaciones sobre ciberespacios, proto-cíborgs y realidades aumentadas en espacios públicos. En Espacio público. Diseño, violencia e ilusiones urbanas. México D.F.: UNAM, 2020, 22 p (en prensa).
10. Véase: Yang,Wei; Hu, Fu-liang; Xu, Xiao-feng. Bee venom and SARS-CoV-2. Letter to the Editor. Toxicon. Amsterdam: Elsevier, N° 181, 2020, p: 69-70. https://doi.org/10.1016/j.toxicon.2020.04.105.
11. Aquí una discusión personal sobre estos temas: Chaparro, Jeffer. Territocracia: propuesta embrionaria para diseñar territorios transparentes y respetuosos con la vida (capítulo 3). En: Ferreira, Alvaro; Rua, Joao; De Mattos, Regina. Produção do Espaço: Emancipação Social, o Comum e a Verdadeira Democracia. Rio de Janeiro: Consequencia, 2019, p: 73-99, 505 p.
12. Desde mi perspectiva la actual pandemia es solo una pieza del rompecabezas denominado sindemia. Sobre este último concepto véase: Lolas, Fernando. Perspectivas bioéticas en un mundo en sindemia. Editorial. Acta bioethica. Santiago de Chile: Centro Interdisciplinario de Estudios en Bioética, Universidad de Chile, vol. 26, n° 1, mayo de 2020.
https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1726-
569X2020000100007

NOTA SOBRE EL AUTOR
Jeffer Chaparro Mendivelso. Geógrafo y Doctor en Geografía Humana. Ha investigado sobre las tecnologías digitales, la educación no escolarizada, el turismo crítico, el antropoceno, la crisis ambiental, el cine, las comunidades neorurales y los grupos neoancestrales. Ha colaborado con organizaciones sociales vinculadas a la educación sin escuela, la permacultura, la agricultura orgánica, la conservación ambiental y la restauración ecológica. Es docente de la Universidad Nacional de Colombia y colaborador del portal de Geocrítica de la Universidad de Barcelona. Es miembro del equipo asesor de Crítica Urbana.

Texto publicado en Critica Urbana No. 15


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