Coronavirus en el Oriente de Cundinamarca

El psicólogo especialista doctor Aldemeyer González nos entrega un retrato desde su experiencia sobre lo que nos ha dejado la pandemia.  

Jornada de Vacunación en Fómeque Foto: Alcaldía de Fómeque.

Los tiempos de encierro total o parcial nos llevan a muchas conclusiones y estas pueden ser quizás interpretadas como una radiografía social. En tiempos de confinamiento estricto vimos maletas escolares camuflando licores para departir en fincas en un estilo de rebeldía y anarquía ante la imposición tipo militar de numerosos decretos sanitarios que dejaron un sabor dulce amargo.

Expertos en Salud auguraron un desenlace altamente letal que hizo poner en vilo los nervios desde el primer momento, sin embargo las estadísticas no fueron completamente efectivas y centenares no sintieron la virosis en sus organismos y fueron catalogados como asintomáticos, pero lo evidente es que de alguna manera cada hogar conoció un vecino, un amigo, un familiar que presentó síntomas y en varios escenarios la tragedia, la angustia y la muerte fue inminente… Y notoriamente incrementó la lista de vecinos y amigos muertos sin importar estratos y edades.  

Por tierras orientales estuvimos inmersos en una cuarentena y aislamiento diferente al de las grandes urbes, como nuestros vecinos de Bogotá, por las calles pueblerinas y caminos de vereda se logró hacer la vida sin mayores rezagos, se cortó el pasto para el ganado, se cuidó de las gallinas, se recogieron los huevos, se ordeñó la vaca, se arreglaron las cercas, se cuidó del jardín, se criaron y vendieron marranos, se hicieron invernaderos y hasta casas. En los cascos urbanos la patrulla hostigó el toque de queda y algunos pasaron días, tardes y noches pasmados ante tanta normatividad y mordiéndose la lengua y las uñas al ver las luces amarillas y rojas que han cesado.  

Pocos lográramos entender el trasfondo incoherente y peligroso de un sonoro Estado en Emergencia que justificó la multiplicación de contratos a diestra y siniestra donde la Administración Pública recibió un enorme golpe y por ende se configuró un estallido social que era necesario para poner en equidad la economía y la salud de una nación que se queda corta ante otras latitudes que lleven un ritmo de vida estable y saludable.

A pesar que pintorescos economistas a nivel nacional comenten proyecciones propositivas, la realidad de los pequeños municipios de categoría 5 y 6  perdurará con el uso continuo de los camperos trocheros, motocicletas, burros, caballos y mulas en la comercialización de productos agropecuarios que resaltaron una de las visiones más significativas del uso del suelo oriental que se resume en sembrar y cosechar la Seguridad Alimentaria de miles de cundinamarquesés  y abastecer las principales plazas de mercado de todo el país, sin importar que las vías primarias, segundarias y terciarias sean un enorme obstáculo. 

Vereda Chinia, de fondo se ve el casco urbano de Fómeque. Foto: Aldemeyer González


La comunidad oriental, que se mezcla entre lo urbano y rural se movilizó en aras del cuidado de predios, cultivos y ganado, por tierras tan fértiles el lema de “quédate en casa” revistió numerosos análisis e interpretaciones que pueden ser la conclusión del profundo desconocimiento de la multiculturalidad de los territorios y contextos donde nacemos, crecemos y morimos. 

Por tanto no logramos vivir y sentir la angustia existencial y los miedos erráticos de la capital, sin embargo presenciamos un Estado de Emergencia atípico que cortó las libertades básicas y que de modo general se convirtió en una vulneración de los gloriosos Derechos Humanos, las restricciones fueron y serán un juego de amor y odio donde aún no se consolida la articulación de los fenómenos salud/enfermedad con los aspectos de la economía/pobreza, en resumen, numerosas medidas en plena pandemia no fueron las mejores, ni las coherentes de acuerdo al contexto particular de cada Municipio. 

Se imploró a los santos, especialmente San Isidro, Patrono de la agricultura y ganadería con el fin de dar apertura a las plazas de mercado y ganado que fueron cerradas., se pagó misa por los muertos que perdimos en los avatares de la pandemia y de otras enfermedades que pasaron a segundo plano o se ignoran como el caso de la vejez en sí misma, se rogó por salud y protección de nuestros cuerpos y almas y las de nuestros seres amados. Hubo semanas de fraternidad ante las crisis y de rencillas y odios por contagios, en términos generales no sabemos si hubo una trasformación positiva o negativa, sencillamente gestionamos un aprendizaje y fuimos obligados a cambiar estilos de vida. 

Algunos días no dejamos de ver noticias hasta llegar al asco, peleamos con el televisor y los políticos, después de la ira juramos no volver a ver las noticias, ni los políticos, sin embargo de repente otra vez estábamos discutiendo con el presentador y las autoridades… Ante el estrés social los que no bebían se tomaron una para la sed, y los consumidores frecuentes de alcohol y cigarrillo tomaron la camándula y encendieron la vela, llegó el momento donde las fincas, quintas, lotes, potreros, peñas y hatos se convirtieron en un pleno paraíso celestial en el que la patrulla poco podía hacer y allí, nos juramos no votar por los mismos.

En modo de conclusión no podemos desconocer la profunda fragilidad de nuestras vidas, un microorganismo nos dejó en vilo y por ello, los convoco a vivir con paz, a dar y pedir perdón y ante todo encontrarle un sentido genuino al regalo de su vida, finalmente será complejo pero no imposible emprender tantos cambios al mismo tiempo y nos veremos en una nueva etapa y también estaremos en el centro de vacunación para completar el Plan Ampliado de Inmunización el cual costa de 21 vacunas para prevenir 26 enfermedades y si usted lo decide también será vacunado contra la COVID-19.  




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