Crónicas del aguante. El día 22 del Portal de La Resistencia

 

Foto tomada por Andrés Zea https://www.instagram.com/estratagema_/

Pasan muchas cosas en estas cuadras. A la 1:23 de la madrugada del 20 de mayo una cuenta de Instagram muestra en vivo que hay por lo menos una veintena de personas detenidas por parte de la policía en el Chicalá, barrio aledaño al Portal de la Resistencia. Portal de la Resistencia, así han dado por nombrar los manifestantes al Portal de las Américas, antiguo centro de transporte que pasó de ser lugar de la violencia desgastante de la movilidad segregada bogotana a ser lugar de tortura ejercida por policías. Decía que pasan muchas cosas en estas cuadras, siempre ha sido así. El paro no para no es sólo una frase que se dice, sino que describe lo que ha pasado en el Portal de la Resistencia: desde bloqueos a las 5 de la mañana hasta retenciones arbitrarias en la madrugada para imponer multas por comportamiento contrario a la convivencia. La represión se viste de muchas formas.

Es el día 22 del Paro Nacional y parece que su futuro se juega en cada convocatoria diaria. La noche anterior un joven perdió un ojo, otra mujer fue abusada sexualmente y a una persona la policía le destrozó su nariz. El saldo de heridos contados por la brigada médica fue de 68. El gobierno en crisis sigue su horizonte dictatorial y escala la violencia. El pueblo, por contraste, le apuesta a ser multitud. Podemos estimar que en el día 22 del Paro Nacional hubo entre 10 mil y 14 mil personas en el momento con más asistentes del Portal de la Resistencia (suponiendo entre una persona y persona y media por metro cuadrado).

Generado con mapchecking.com



II. La toma cultural.

Hacia las dos de la tarde ya el Portal de la Resistencia se encuentra relativamente lleno con personas distribuidas en tres espacios. Hacia el centro de la plaza una pequeña carpa, montada por un medio “alternativo” que afirma querer “mirar más al sur”, reúne a un puñado de personas que escucharon a algunos cantantes y raperos botar rimas improvisadas. Hacia un costado se empieza a montar la olla comunitaria que ha dado de comer a cientos de personas diariamente desde los primeros días del paro, en ese costado se organiza una valiente “retaguardia” de la movilización que ha brindado unos mínimos: brigada médica, convocatorias diarias a actividades de no violencia, acompañamiento de Derechos Humanos. Sobre la Avenida Ciudad de Cali un camión sin carrocería trasera hace las veces de tarima. El camión viene cargado con un sonido lo suficientemente potente como para ambientar toda la plaza que antecede al centro de tortura. A las dos suena una banda de metal.

En el trascurso de la tarde la movilización se va concentrando masivamente alrededor del camión-tarima. La música que se escucha es diversa como diversa es la juventud que se reúne en el Portal de La Resistencia. A un trío de dos mujeres y un hombre que con un ritmo de pop-rock cantan una canción sobre la violencia sexual en Bosa le sigue un grupo de mujeres metaleras cuya cantante lanza un grito gutural y poderoso de r e s i s t e n c i a. A un grupo de punk le sigue un grupo de ska que llama a la unión latinoamericana con un acordeón tocado por un argentino. Una agrupación feminista llama la atención contra la homofobia, la misoginia y el clasismo presente en las arengas y en la izquierda tradicional, reivindica el perreo feminista. Una batucada aparece ya en la noche y con tambores y repeñiques agitan ritmos cardiacos. Tocan y bailan entre la multitud y la multitud les abre paso y les rodea. Ya transcurridas unas siete horas de concierto las manos se levantan al ritmo de los beats mientras que el concierto lo cierran raperos y raperas locales. No es extraño que el cierre sea rapeado pues la cultura hip-hop, sobre todo sus expresiones de grafiti y rap, son las que han predominado en el Portal de La Resistencia.

Foto tomada por Andrés Zea https://www.instagram.com/estratagema_/

III. El Repliegue.

Son las nueve de la noche y el hambre se siente. Encuentro empanadas en un puesto ambulante ubicado frente a la custodiada entrada del Portal. Decido hacer preguntas a unos policías que se encuentran cerca para complementar esta crónica. Me arrepiento rápidamente. Un policía del ESMAD responde sólo mi general está autorizado a dar entrevistas y se marcha con su compañero mientras que un oficial decide interpelarme con preguntas ¿Usted cree que los enemigos somos nosotros? Dice cosas que ya hemos escuchado Manzanas podridas, yo también soy ciudadano, el enemigo no somos nosotros, blablabla. Cuando le comento sobre los más de 50 muertos él me dice que el problema son las redes sociales y me pregunta qué haría en su lugar, le digo que lo ético para mí sería renunciar a lo que responde Esta es mi vocación. Me vi tentado a responder retóricamente ¿Su vocación es reprimir protestas pacíficas? Pero me abstengo y hago la única pregunta que en realidad me importa ¿A qué hora van a atacar? Me responde que mientras ellos no sean atacados o no se cometan actos vandálicos no habrá represión. —¿El concierto es un acto vandálico? —Si bloquea la calle sí. Terminamos la conversación y dice Traten de acabar eso rápido. Luego de 22 días de paro ya lo sabemos, después de las 9:30 de la noche la policía va a atacar.

La tarima se desmonta y queda la multitud y la euforia. Dos personas se suben a una señal de tránsito tan alta como el puente peatonal y extienden una larga bandera de Colombia. La tensión aumenta en minutos. A la entrada del portal se empiezan a formar al menos veinte policías del ejército oscuro. Las arengas que confrontan a los policías empiezan a cantarse, que el que no salte es tombo, que qué triste debe ser reprimir para comer. Algunas personas ubicadas en las periferias de la concentración se empiezan a marchas conscientes de que la arremetida viene en minutos. En el centro de la concentración la euforia colectiva se mantiene.

La concentración se desplaza unos cuantos metros hacia la avenida Villavicencio donde todos los días se ubican policías del ejército oscuro bajo el techo de una estación de gasolina a la que le apagan las luces. Las arengas continúan. Como haciendo visible lo que se quiere hacer invisible. Como interpelando lo que quiere estar oculto las arengas se dirigen hacia esa esquina oscura habitada por las sombras de la represión. Algunas personas apuntan un láser de largo alcance hacia los policías escondidos. Algunas piedras son lanzadas desde el otro costado de la avenida hacia ellos. En el entretanto las personas se alistan para lo que se viene. Algunas sacan camisetas para proteger su identidad. Otras sacan caretas y cascos para evitar que los gases los asfixien o que algún disparo criminal de la policía golpee su cabeza desprotegida. Otras alistan los guantes para relanzar los gases lacrimógenos.

Sin sorpresa la policía reacciona en cuestión de minutos con una tanqueta que carga en su techo el dispositivo venom. El enfrentamiento sin tregua al que ha sometido la policía a las manifestaciones ya ha generado aprendizajes de resistencia. La policía usa el dispositivo venom que lanza aturdidoras luminosas al aire y gases lacrimógenos simultáneamente, pero las personas ya no corren espantadas sino que caminan hacia el sur en un paso firme y atento a su espalda. Quienes han estado en el combate dan instrucciones a gritos ¡No corran! ¡Las bicicletas a los lados! ¿Quién necesita neutralizador? Mientras que la marcha avanza dos hombres encuentran una mesa blanca y le rompen sus patas para usar la tabla resultante como escudo. Los gases caen y se ha aprendido que es más estratégico lanzarlos hacia lugares donde no haya que personas en vez de devolverlos pues se puede afectar a manifestantes que vienen atrás. Los gases para el colegio, entonces.

Mientras empieza el repliegue un vendedor ambulante que ha estado vendiendo cervezas en las noches grita Cerveza, cerveza, cerveza esperando clientes finales y quizá retando el avance de la policía. Un amigo del barrio me explica que dentro de la economía del rebusque está la venta de “pegados”, o sea, de baretos, de porros, de cigarrillos de marihuana. Así como el vendedor de cervezas los vendedores de pegados no abandonan su trabajo y continúan en la búsqueda de clientes. Retando triplemente a la policía: por vender en la calle, por ocupar el espacio en medio de la protesta, por vender marihuana.

La policía ha empezado a conocer el barrio, sus callejones, sus cruces y sus esquinas. Con ese conocimiento ha pasado de la dispersión a la emboscada. Ya no se trata tanto de dispersar a manifestantes, sino de emboscarlos. Ataca desde la Villavicencio dirigiendo la manifestación hacia el sur donde ya esperan otros policías en una esquina abajo, la esquina del Chicalá. Son muchos los del ejército oscuro en esta esquina hoy. Están acompañados de otra tanqueta y de varios policías patrulleros motorizados que llevan como parrilleros a policías del ESMAD. Combinación de entrenamientos para el gobierno de los pobres. El del sistema punitivo que engrosa la lista de personas detenidas en URIS por delitos menores o por delitos que no son delitos, pero que la policía castiga. El de la represión política de la protesta que saca ojos, que desmaya muchachos, que asesina manifestantes. Atacan por esquina y esquina y así la resistencia se realiza desde la calle de Las Quintas. La emboscada está preparada y despliega una fuerza que cada vez es más desproporcionada e insólita: helicópteros, drones, tanquetas, motos, cientos de policías. El dinero que nunca ha llegado al barrio se desparrama en represión ¡Qué caro sale gobernar la pobreza!

La primera línea es una estrategia de combate más que un grupo estable de personas. Se trata de organizarse en líneas, una primera línea que con escudos contiene el avance de la policía y se disputa constantemente con ella entre avances y retrocesos. Una segunda línea que con piedras y molotov armadas afanosamente lanzan a las policías un ataque que a duras penas contiene sus arremetidas. Una tercera línea de personas que apoyan con neutralizadores, que ayudan a buscar piedras, que están pendientes de las personas caídas, que miran el combate relativamente cerca. Y una cuarta línea que garantiza unos mínimos de esta contención de la represión: la brigada médica, las personas de Derechos Humanos y quienes trasmiten en vivo lo que sucede. Una suerte de “retaguardia” que en realidad está en todos los puntos del combate buscando preservar la vida, los derechos humanos y visibilizar lo que sucede en el barrio.

IV. El aguante

Así queda el aguante organizado, resistiendo en una esquina el despliegue de fuerza que no se compadece con la precariedad de la defensa de quienes se manifiestan. Así como en el barrio se ha aguantado la precariedad que procura la pobreza se aguanta al ejército oscuro desde la esquina. En este punto no continúo más. Me falta preparación, me digo. No estoy bien equipado podría perder un ojo. Supongo que hace falta sentir más fuerte el agravio moral de la violencia estructural para soportar el miedo, para estar en el aguante. Me falta valor, me digo. Me voy avergonzado de mi mismo. Francamente asustado. Francamente decepcionado. Llego a la casa a observar los vídeos en vivo de miembros del aguante que resisten haciendo esta reportería democratizada posibilitada por las redes sociales. Observo con zozobra, con impaciencia, con frustración. El rap de fondo del tropel y las risas ocasionales que se escuchan bajan la tensión de este extraño noticiero en directo. No puedo decir mucho más del aguante salvo que resiste hasta cuatro horas en la defensa del encuentro vecinal. Resisten en la defensa del territorio que se siente propio. Espero encontrar el valor para aguantar ahí al menos un día, sentirme parte de esa historia del aguante al menos una noche. Por ahora, espero a que acaben las trasmisiones, me entristezco con los reportes de heridos, enciendo el computador y empiezo a escribir esta crónica.


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