El juicio contra Cipriana Parra

Por John Jairo Cárdenas y Juan David Delgado

El Archivo General de la Nación –AGN- es una institución pública encargada de la política de archivos y de la gestión documental en el territorio nacional. Es decir, es la entidad responsable de conservar todos los documentos que han sido, son y serán parte de la historia de este país. Está ubicado en la Carrera 6 No. 6-91 del vecino municipio de Bogotá. Al AGN puede entrar cualquier persona que se interese por la historia del país. 

A continuación se presenta un juicio criminal adelantado contra Cipriana Parra, Chiguana que vivió en 1829 y que fue acusada de “(…) practicar la medicina sin autorización y suministrar medicamentos desconocidos”. El documento se encuentra en el AGN.

Un hecho muy interesante del documento que presentamos es que tanto la orden de las autoridades judiciales así como el registro de lo encontrado en el allanamiento en casa de Cipriana, nos habla de las prácticas y remedios que la medicina popular usaba a comienzos de la República de Colombia para luchar contra la enfermedad. Los facultativos hicieron pruebas sobre los efectos tóxicos de estas medicinas pero no encontraron ninguna sustancia potencialmente mortífera.

Este documento se presenta como una invitación abierta a los habitantes del Oriente de Cundinamarca a usar el AGN para saber más de la historia de esta hermosa región, de su gente y sus costumbres.



Ilustración Ramón Torres Méndez


El alcalde del pueblo de Choachí levanta sumario contra Cipriana Parra por suministrar medicamentos desconocidos a hombres y mujeres que acudían a su casa desde diversos pueblos del cantón de Cáqueza. Las gentes de esta región oriental y montañosa de la provincia de Bogotá acudían a la anciana agobiados por sus enfermedades a la espera de que sus pociones y brebajes pudieran devolverles la salud. La situación se tornó irregular y obligó a la intervención de la justicia cuando se difundió la noticia de que en la casa de la citada Parra había fallecido Josefa Oñate, quien era una de las que recibía remedios en dicha casa.

Según el sumario elaborado por el alcalde, en donde se interrogaron testigos que habían estado en la citada casa, Cirpriana Parra practicaba la medicina sin estudio alguno y suministraba remedios “bárbaros”. Para el juez local esta era una mujer ignorante y supersticiosa y planteaba que varias plantas que usaba en las curaciones podían ser venenosas. Como se dijo, el mayor agravante era que en la casa donde Parra “medicinaba” a los enfermos murió Josefa Oñat,e sin confesión...

...De nombre José María Hinestrosa el juez toma el caso y puede decirse que lo desarrolla en base a preceptos propios de una justicia letrada, es decir, basada en el imperio de la ley. A petición del fiscal del caso, para quien el sumario expresaba hechos de mucha gravedad, se manda a ampliar las indagaciones por parte del alcalde parroquial de Choachí a quien se le remitió un cuestionario para ser aplicado a los testigos. Entre las preguntas se resalta el interés por establecer si Parra era tenida por “loca, fatua o demente” por los habitantes del pueblo. También se ordena un cateo de la casa de la anciana en busca de porciones del bejuco llamado carare (¿curare?) y la corteza del palo llamado Guaní.

Las opiniones de los testigos respecto a la curandera y sus métodos de sanación eran diversas. Unos afirmaron que sus dolencias empeoraron luego de haber ingerido los potajes, mientras que otros afirmaron haberse repuesto de su salud e incluso un testigo sostuvo haber visto como de su cuerpo salían animales y sabandijas (culebras y armadillos) producto del maleficio que les habían echado. En otro testimonio se expreso que Parra se había hecho curandera gracias a que cuando era chica, “la habían enfermado de maleficio y que sus padres la habían llevado a un hombre de los teguas y habiéndole aplicado los remedios conducentes se alentó, y de allí aprendió.”

Otro testigo afirmó que ya antes el cura del pueblo le había reprimido “este abuso o modo de curar”, no obstante la mujer continuó realizando sus prácticas. Lo cierto es que da la impresión de que Cipriana Parra llevaba largo tiempo realizando estas prácticas de medicina tradicional y que además era asiduamente visitada por personas de toda la región.

Ilustración Ramón Torres Méndez

De hecho, el caso de la muerte de Josefa Oñate no parecía ser el único presentado en la casa de la anciana sino que al menos dos hombres más fallecieron en condiciones similares. Debe decirse que ninguno de los declarantes afirmó que la curandera fuese reputada por loca, fatua o demente. Ahora bien, como se había afirmado, a petición del juez letrado se procedió a revisar la casa de Cipriana. Allí el alcalde parroquial encontró:

…un polvo amarillo, un pellejo de iguanza o guaní, una mucurita con un menjurje, raíz de ajenjos, clavo, cominos, Jamaica, nito, sal inglaterra, unas pepas que ella llama nichas, cebo de venado, siete trocitos de bejuco carare y otras tantas cosas para mi y los que me acompañaron desconocidas. Habiendo mostrado estos mismos casos a los que ella medicinaba, dijeron ser los mismos que les aplicaba como lo acreditan con su declaración los que remito a disposición de sr juez de letras.

Una vez realizadas las nuevas indagaciones pasaron nuevamente a manos del juez letrado en la ciudad de Bogotá. Junto a este iban las muestras de la sustancia encontradas en el domicilio de la anciana. El juez ordena una revisión científica de dichas sustancia con el objetivo de establecer si eran venenosas. Los facultativos no encontraron ninguna sustancia potencialmente mortífera, pero no deja de llamar la atención que el juez letrado apelara a un concepto científico sobre el tema, el cual terminaría pesando en la sentencia. Luego en el expediente se presenta la confesión de Cipriana Parra. Aquí al ser interrogada por el juez se le solicito brindar información personal como su nombre, edad, estado, oficio, patria y vecindad (no se preguntó sobre su calidad, tal vez porque se  sabía que no era indígena). Dijo llamarse María Cipriana Parra, de edad cercana a los 60 años, de estado viuda, de oficio labradora, natural de Fómeque y vecina de Chiguachí (Choachí).

Dijo que habían sido las propias personas enfermas las que fueron a buscarla para que les suministrara sus remedios y que solo les dio aguas de yerbas conocidas y unas sobadas con tabaco para los que padecían reumatismo. Negó que hubiese muerto gente en su casa.

El fiscal pide declararla culpable. No tanto por ser causante directa de las muertes sino por el agravamiento de las situaciones de los enfermos debido al uso ignorante y supersticioso de la medicina. Las propias autoridades eran conscientes de que en la propia ciudad de Bogotá había numerosos curanderos atendiendo a la población sin control ni examen alguno.



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