Colinas, alternativas para la paz en el Guaviare




Fredy Moreno

La guerra no pudo quitarle el sueño a las gentes tradicionales ancestrales de la chagra amazónica, con todo ese poder en las manos, empuñando las yucas ancestrales, de pronto vieron venir el retorno a las venas de la cultura propia, así, al menos setenta excombatientes asentados actualmente  en el ETCR de Colinas en el departamento del Guaviare cambiaron la batea belicosa y pusieron el rayador de la yuca brava en escena. Las mujeres son grandes protagonistas de esta onomatopeya de saberes sin miedo a los bombardeos aéreos de estado, es pues, muchos idiomas o lenguas al unísono que recalcan la receta del casabe y la fariña, así como de los caldos de ají o quiñapiras.

 Dentro de un relicto de selva, en cinco hectáreas sembraron yuca, batata, ñame y otros alimentos, las semillas se consiguieron a través de intercambios con campesinos y gentes de los resguardos contiguos a los Espacios Territoriales, los cuales se supone, fueron diseñados para la reincorporación a la vida civil de cientos de mujeres y hombres de distintos bloques guerrilleros de los departamentos del sur del Meta, Guaviare y bajo Caquetá.

Hoy día se transforma fariñas y tortas de casabes para alimentar las generaciones que llegan en estos días de relativa paz, es que las compañeras y compañeros aprovecharon el momento para tener hijos, es así que, en este tiempo de virus nacerán en este lugar al menos diez niños, aclarando que a su vez se encuentran felices  en el lugar  jugando, creciendo y aprendiendo al menos otros quince niñas y niños entre los cero y los cinco años de vida, ello serán los que decidan cómo será la lucha, por ahora el hacer es pelando yuca, fermentando, rayando y tostando, bastante trabajo si es la fariña para sus padres!



“Es mejor esto que estar dando plomo”, así lo expresan sin miedo haciendo trabajos de comunidad, en el momento se concentran haceres en la producción de alimentos tradicionales, los pertrechos de la guerra ya no cuelgan de la hamaca o el morral, en cambio, en la espalda ahora van andando con sus padres las bellas criaturas que rayaran las paredes de la escuela con las consignas de libertad y bombardeando de felicidad a sus padres, con las citas de los mayores y sus victorias escritas en sus cartillas escolares y en el ABC de los Planes de Vida futuros y que se encaminan en la actualidad para dar claridad los derechos profundos de territorio que  natura brinda.

 Los niños juegan y sus padres no los reprenden como se supone que debería ser, es otra escuela, es la independencia, es un juego, no es de extrañar que los niños se pierdan entre la maleza buscando fibras o materiales para jugar, las “prevenciones materno-naturales “se acentúan en la ciudad, mientras esta es una gran hermandad, todos cuidan a todos.

Andrea dice:

“los niños toman su colada de plátano de la producción local de los sembramos nosotras mismas, también se hacen coladas con maíz, batatas o yuca y piña para que quede dulcecita; para que los niños no consuman bienestarina, nosotros cuidamos la comida para que no olvidar quienes somos”

las mujeres no esperan a que sus compañeros suplan sus necesidades, mas bien es un gran acuerdo que conserva la tranquilidad de la familia, son gentes tranquilas que tienen una disciplina que la guerra les inculco, aun así, el conflicto sigue con la persecución de sus líderes por parte del estado, sus hijos por esto deben permanecer dentro del Espacio Territorial, también se comprende  la soberanía alimentaria como una forma y ejemplo de atrincherar los ideales del común. en el momento de este reportaje nos comimos una buena quiñapira y una gran torta de casabe, salud gente de Oriente.



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