Agrotóxicos causan muerte masiva de abejas en Choachí

Muerte de Abejas en el Hato - Choachí

Por Carlos Andrés Triviño y Ana María Quiroga

Albert Einstein afirmó que si las abejas desaparecen de la tierra a los humanos nos quedarían 4 años de existencia.

Como si esta afirmación no fuera en sí misma una contundente advertencia sobre nuestro presente y nuestro futuro como especie, el pasado 4 de julio se registró la lamentable muerte de cerca de 80 mil abejas en la Vereda de El Hato del municipio de Choachí. Las evidencias muestran que este deceso masivo, que se produce en una época de siembra de cultivos altamente demandantes de agrotóxicos, se produjo como consecuencia del uso indiscriminado de plaguicidas como el lorsban, el fipronil o el glifosato en cultivos de papa, tomate, girasol o tomate de árbol.

Lastimosamente el municipio no cuenta con registros oficiales de colapso de colmenas, ni mucho menos con medidas para contener este problema que, con la misma gravedad que hoy tiene el virus COVID-19, afecta la salud, la vida y la economía de nuestra sociedad. Veamos las razones.
La polinización es considerada un servicio ecosistémico indispensable para la producción de alimentos a escala global, siendo las abejas los polinizadores más importantes y de las cuales depende cerca del 84% de los cultivos comerciales actuales. Por ende, un descenso en el número de polinizadores de manera acelerada atentaría significativamente contra la seguridad y la soberanía alimentaria del mundo, pues se argumenta que sin estos polinizadores diversas comunidades humanas no contarían con al menos dos de los tres alimentos diarios (Pantoja et al., 2014 y WWF, 2014).

Actualmente, a nivel mundial se observa una pérdida significativa de polinizadores, entre ellos diversos grupos de aves, mamíferos e insectos tanto en agroecosistemas intervenidos como en áreas naturales (Klein, Cabirol, Devaud et al., 2017 y FAO, 2019). Infortunadamente, dentro de las poblaciones más afectadas se hallan las abejas, cuyo declive ha estado presente durante décadas. Sin embargo, el inminente colapso actual sugiere que el estrés acumulado durante años ha excedido los niveles de tolerancia de las colonias (Klein et al., 2017), reportándose muertes masivas de hasta 500 millones de abejas en tan sólo tres meses en países como Brasil (BBC, 2019)

Se han identificado múltiples causas de este fenómeno, siendo las principales la deforestación y la consiguiente pérdida del hábitat natural como resultado de los cambios en el uso del suelo para establecer sistemas agrícolas convencionales que utilizan plaguicidas como los organofosforados y los neonicotinoides. Dentro de otros factores se incluyen el cambio climático, la minería y la presencia de parásitos y patógenos (Klein et al., 2017 y FAO, 2019).

Colombia no es ajena a esta realidad, ya que en el país se ha reportado pérdidas de colmenas por intoxicación con agrotóxicos en los departamentos de Cundinamarca, Boyacá, Santander y Magdalena, con una pérdida anual de 10.500 colmenas en el país, sin embargo, aún no se cuenta con cifras oficiales. Cada una de estas colmenas puede contar con un promedio de 75.000 individuos, por lo cual se estima una muerte de aproximadamente 200 millones de abejas al año en Colombia.

Abeja en vereda el Hato Choachí - Foto Periódico el Sirirí

A pesar de que los factores de estrés son variados, existen dos esencialmente mortales para las abejas dentro de nuestro país, el primero de ellos es la pérdida de fuentes alimenticias por declive de la biodiversidad y la expansión de los monocultivos, ya que estos restringen la oferta alimentaria durante las épocas de baja floración, limitando la provisión de néctar (principal fuente de carbohidratos) y polen (fuente de proteínas, lípidos, vitaminas y otros micronutrientes). El segundo factor, pero aún más letal, es el uso extensivo e indiscriminado de plaguicidas altamente tóxicos para abejas. En Colombia insecticidas como el fipronil (regent), clorpirifos (lorsban), thiametoxam, imidacloprid, clothianidin, spinosad, lambda-cyalotrina; herbicidas como el glifosato o la simazina y fungicidas como miclobutanil son ampliamente utilizados para combatir todo tipo de “plagas, enfermedades o malezas”. Diversos estudios científicos demuestran la alta toxicidad de todos los plaguicidas anteriormente mencionados, con efectos adversos en las abejas sobre sus funciones cognitivas, reproductivas, motoras y de coordinación (Martin-Culma & Arenas-Suárez, 2018).

Los pesticidas aplicados en los diversos cultivos quedan acumulados en los recursos florales, los cuales son posteriormente ingeridos o colectados por las abejas. Los principales efectos adversos que se evidencian en ellas son: una alta mortalidad de larvas; una pérdida de movimiento que desencadena parálisis y convulsiones; una alteración en las funciones de aprendizaje y memoria, por lo cual se dificulta el regreso de las abejas a las colmenas; un aumento de la susceptibilidad a parásitos y patógenos; aumento de la hipersensibilidad a otros pesticidas, entre otros  (Martin-Culma & Arenas-Suárez, 2018). Alarmantemente, estudios recientes muestran que el néctar contaminado con neonicotinoides (tales como el imidacloprid, tiametoxam y clotianidina) no es identificado como tóxico o peligroso por las abejas, y por el contrario resulta atractivo sobre aquel néctar no contaminado, teniendo como consecuencia una pérdida en sus funciones olfativas y de memoria. Esto se debe a que los neonicotinoides son derivados de la nicotina y las abejas, en su estado natural, muestran preferencia por el néctar con bajas concentraciones de este compuesto, pues provocan un estímulo en los receptores de su cerebro (Kessler et al., 2015).

Tras la denuncia sucesiva del colapso de las colmenas, diversos países del mundo han regulado el uso de plaguicidas altamente tóxicos para las abejas, sin embargo en nuestro país las regulaciones han sido sumamente laxas e ineficientes, soportado además por una carencia de un censo nacional que determine el número real de abejas muertas. Debido a que muchos apicultores no se encuentran agremiados, la divulgación de las pérdidas evidenciadas se dificulta, y por ende es muy probable que los datos estén subestimados, y que las muertes sean en realidad mayores.

Es necesario cambiar las formas tradicionales de hacer agricultura en nuestro municipio. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha reconocido en la agroecología una herramienta potencial para la conservación de los polinizadores, en especial de las abejas, instando a un accionar que sobrepase las palabras de lamento y preocupación por la muerte masiva de las mismas. Adicionalmente, diversos estudios muestran cómo las prácticas empleadas en la agroecología permiten una mayor diversidad y riqueza de especies de abejas asociados a los sistemas productivos, generando también un aumento en la productividad de los mismos.
Es imprescindible comprender que la mayoría de los factores de estrés que causan el colapso de las abejas, son inducidos por el accionar humano y que el nivel de tolerancia de las abejas a estos factores tiene límites. Resulta imperante una intervención a nivel ecológico, agronómico y político, que permita una verdadera concientización del riesgo que implica el declive de los polinizadores, mediante la implementación de políticas que regulen los diversos factores propuestos, principalmente el uso indiscriminado de plaguicidas, así como el estímulo a la producción apícola, agroecológica y todos los tipos de producción sustentable. Es momento de priorizar la vida sobre el lucro y llegar a un nivel de conciencia que supere los límites humanos y trascienda a cada uno de los seres de los cuales dependemos como humanidad.

Nota:

Si usted tiene información sobre casos similares en enjambres en la región por favor escribir a los correos:

catrivinoc@unal.edu.co

amquirogaa@unal.edu.co

Bibliografía

BBC. (2019). Por qué han muerto 500 millones de abejas en Brasil en solo 3 meses
Hunt, G. (2003). Protecting Honey Bees for Pesticides. Purdue University, Cooperative Extension Service.
Kessler, S. C., Tiedeken, E. J., Simcock, K. L., Derveau, S., Mitchell, J., Softley, S., ... & Wright, G. A. (2015). Bees prefer foods containing neonicotinoid pesticides. Nature, 521(7550), 74-76.
Klein, S., Cabirol, A., Devaud, J. M., Barron, A. B., & Lihoreau, M. (2017). Why bees are so vulnerable to environmental stressors. Trends in ecology & evolution, 32(4), 268-278.
Martin-Culma, N. Y., & Arenas-Suárez, N. E. (2018). Daño colateral en abejas por la exposición a pesticidas de uso agrícola. Entramado, 14(1), 232-240.
Nates Parra, G. (2016). Iniciativa Colombiana de Polinizadores Capítulo Abejas.
https://extension.entm.purdue.edu/publications/E-53.pdf

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