Si no lo hacemos nosotros, ¿entonces quién?

Cocina en reciclatón. Vereda Mortiñal. Fómeque
Editorial. El Sirirí


Cuando le preguntaron al extranjero 
por su procedencia, 
éste señaló, uno a uno, 
a todos los habitantes de la ciudad.

José Gómez Valero 


En Cualquier Ranking de desigualdad económica, Colombia puntea la lista del continente y el mundo. El coeficiente Gini mide esta desigualdad en el ingreso de las personas en un rango de 0 a 1, donde 0 sería una sociedad completamente igualitaria y 1 una sociedad completamente desigual. Para Colombia, según el Banco Mundial, este coeficiente es de 0,53, el más alto del continente después de Honduras y de Haití. Ello implica una alta concentración de la riqueza en poca manos, una aminorada clase media y  una gran masa, la mayoría de la población, que soporta la economía en la base social de la pirámide, gran parte de ella empobrecida, con un alto deterioro de niveles de bienestar.

La políticas determinadas por los gobiernos colombianos en sus diferentes agendas, por lo menos en las últimas tres décadas, han establecido mecanismos institucionales, que en vez de corregir la brecha  la han mantenido y profundizado. Estas políticas se han ejecutado bajo la falsa premisa de que si le damos beneficios y mayor rentabilidad a los grandes empresarios y magnates, tendrán las condiciones para generar riqueza e irrigarla en toda la economía.  A pesar de la insistencia de cada gobierno en generar estas políticas (reformas tributarias, laborales, privatizaciones de servicios públicos, etc.), la mayoría de la población no ha transformado sus condiciones de vivir ni ha mejorado en forma significativa su bienestar, para ello basta ver la calidad del trabajo y condiciones materiales de los trabajadores de la ciudad y el campo en el país.  Mayores impuestos a quienes perciben bajos y medios ingresos, ordenamiento del sistema pensional en favor de la rentabilidad del sistema financiero, deterioro en la calidad educativa, incremento en las tasas de desempleo en el campo y la ciudad, es la realidad en las calles y en los bolsillos.

Dado que no se toman las medidas que puedan reversar la desigualdad, y precariedad en  la que vive la  población, (inversión en salud, en educación, en alimento, vivienda), en el corto, mediano y hasta largo plazo, de no hacer algo, la mayoría de la población permanecerá en el mismo estado en que actualmente se encuentra y deteriorará sus condiciones vitales.

En este contexto adverso y en parte desalentador, es urgente que como población encontremos formas alternativas de organización, colaboración y solidaridad, en el camino de resolver problemas básicos vinculados a sobrevivir y mejorar el bienestar mientras habitamos este planeta. Esta búsqueda, que no es para nada una tarea fácil, implica una mayor capacidad de observación de nuestra realidad próxima para transformar no solo las prácticas y quehaceres de nuestro vivir, sino además estrechar lazos sociales en los diferentes grupos con los que convivimos.

Uno de los reiterativos discursos que se nos presentan en medios, escuela y sociedad, es que la responsabilidad ante la realidad social es ante todo individual. Cada quien es responsable de sus actos, con tu voto puedes generar un cambio, son apenas algunas frases que reiteran en ello. Sin embargo es en la capacidad colectiva, en el acuerdo al que llegamos día a día,  donde está la capacidad de transformar nuestras condiciones sociales. Tal vez, en efecto, algunas iniciativas individuales generan bienestar y pueden fortalecer y reactivar la economía doméstica, tal como consumir de manera consciente, es decir con conocimiento suficiente sobre lo que se consume en cuanto a su procedencia, insumos, ingredientes,  huella social y ecológica, etc.  Pero ello no es suficiente.

La solidaridad hace referencia tanto a la consistencia de las relaciones de nuestra sociedad y comunidad, como a la solidez de nuestro compromiso por causas que trascienden nuestro interés individual, es la solidez de nuestra capacidad de entregarnos a empresas que busquen beneficios para el colectivo, no solo en términos financieros, sino acorde con un respeto por los demás y por el contexto ambiental y territorial que habitamos.  Es tiempo de llamar y buscar a los amigos.

Ante los tiempos difíciles, debería ser más fácil estar juntos.

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