Dos poemas de la casa





Es que hay una epidemia

Colombia ya tiene más de cuarenta de fiebre,
delira. Nunca ha aprendido a cuidarse, por eso está
quieta en la cama
mirando a cualquier parte.
Tal vez si se diera un baño
Bajaría la temperatura o
Tal vez podría ir a un hospital lejano
y rogar que la atiendan,
para que le den acetaminofén
y le digan es que hay una epidemia
o eso es un virus que anda dando,
pero Colombia no se mueve,
sabe que en el fondo no morirá,
que hay cuerpos con males
que resisten más que los siglos,
y que la sangre en sus venas,
con todo y el hollín que se acopia,
seguirá en su caudal,
sin importar las razones que den los dioses
o el marcado crecimiento de las importaciones.
Igual, así no baje la fiebre,
Mañana tendrá que levantarse antes que el sol,
el hambre de los animales no da espera,
hay que pegar algunas cosas rotas
y lavar toda esa ropa vieja
que anda tirada por aquí y por allá.



Llamado

Es hora de que vengas,
las nubes enfrían el páramo,
la ciudad tardará en moverse.
Son las cuatro de la mañana
de un domingo de marzo
sin mensajes en el teléfono,
sin dinero. A puerta cerrada.

Visita a este viejo amigo,
tráele licor. Junta los remedios
que solo tú conoces, incluso
los que tienen la boca rota,
los remojados en la sangre
de los vencidos.

Estoy listo. Tengo suficiente rabia bruta,
suficiente rabia encomendada.
Soy un esclavo puro, un dictador puro.
Olvida mis ingratitudes así como yo
he olvidado las cosas debajo de la noche.
No dejes que me pierda
en medio del rebaño.

Edgar Suárez

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