Las almitas





Tatí Chinsue
La Victoria


No muy lejos de Bogotá, a 48.9 km vía Choachí, por la entrada a la cascada escalonada más alta de Colombia, la Chorrera, en la vereda La Victoria, municipio de Choachí, por una vía terciaria a una hora de camino adentro de la vía principal, empiezas a sumergirte en la contemplación de unas montañas tupidas de árboles y en las que habitan esos seres enigmáticos y minúsculos que Walt Disney y otros contadores de cuentos del mundo entero han retratado en historias, imágenes y películas.

​A estas criaturas algunos las mantienen en el mundo de la mentira o de la fantasía, en “el cuento de hadas”, sin embargo, alguna vez escuché que todo aquello que habita en la imaginación de alguien ha existido y existe, quizá en otra dimensión o en otro plano de la existencia que no todos vemos, pero que otros sí.

Este es el caso de Blanca, oriunda de estas montañas de la provincia de Oriente, ha visto seres, parecidos a lo que se ha llamado como “hadas”, pero por ella conocidas como las almitas, seres “chirriquiticos”, personitas blancas casi transparentes, del tamaño de un dedo índice o más pequeñas, que son como lucecitas que brillan cuando se les mira.

Una noche, recuerda Blanca, se acomodó una de ellas en su ruana, estaba con su hermana y un vecino sentados mirando el fogón, los tres la vieron, aunque no se comentaron nada esa noche, tal vez por temor, interpreta Blanca con una sonrisa en el rostro y con total naturalidad.


También dice que a veces se aparecen cuando muere alguien, puede ser el almita de un ser querido, otras cierran el camino y no dejan pasar o simplemente acompañan el regreso a casa se pierden un momentico y salen más adelante como si hicieran diligencias personales mientras acompañan, eso sí, siempre que llega la noche.

Podríamos decir, en el momento preciso donde pueden competir con la belleza de las estrellas, con ese macrocosmos infinito que hace juego con el microcosmos de estos diminutos seres que parecen imperceptibles ante la exuberancia de la noche revestida de misterio.


En la filosofía de los pueblos andinos y los pueblos del sur de Colombia como los Nasa y Guambianos del departamento del Cauca, estos pequeños seres aún viven en lugares poblados de árboles nativos y cercanos a “los ojos de agua” nacimientos o vertederos naturales de agua, y son “dueños” del territorio pues lo cuidan, por eso se les paga tributo por transitar, pero no con dólares ni mucho menos, sino con aguardiente, tabaco y coca, son estos mismos lugares en los cuales aún no llega la, esa sí, fantasiosa locomotora del progreso con sus cuentos de hadas y sus ventas de humo. Así que a caminar el territorio con atención, es posible encontrarse miles de sorpresas, como a estas almitas que pasean las noches de nuestras veredas chiguanas.

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