Editorial: Lo de ordenar el territorio alrededor del agua es ya


Periódico El Sirirí

En este oriente, en pleno verano, una tormenta se lleva casas, puentes, vacas, cultivo y paisaje, se desajustan acueductos municipales y veredales y varios caminos quedan deshechos. Aunque los deslizamientos, la remoción de tierra y las fallas hacen parte permanente de los acontecimientos de estos territorios, es claro que la magnitud de los desbordamientos y avalanchas que se presentaron tuvieron una mayor escala. No sucede en el colapso climático del futuro, sino aquí, en nuestro territorio y nuestra experiencia.

Ahora el sol arrecia sobre los pocos bosques y las quebradas menguantes, los cultivos se secan, pues algunos distritos de riego también se perdieron en la avalancha. Empieza a escasear el pasto para los animales y todo parece estar a punto de arder, los acueductos veredales no logran que el servicio de agua sea continuo.

Vivimos en el lugar donde el agua se hace agua, no es gratuito que desde aquí se sacie la sed de lugares cercanos y remotos del naciente y el poniente. Aquí vienen a redimirse las nubes que se elevan desde la selva y los valles y terminan en los grifos de la gran ciudad. Sin embargo, nuestro manejo del agua y sus fuentes no ha sido el más apropiado, se contamina casi en la misma fuente, se destruye el bosque que da soporte a los cauces, los ojos de agua en la montaña se dejan a merced de las pisadas del ganado.

En este contexto toma mayor relevancia el objetivo que el Plan Nacional de Desarrollo, Colombia Potencia de la vida, ha dispuesto como ruta para el país: Ordenar el territorio alrededor del agua, y hay que agregarle, tal como lo hace el mismo Plan, que esto hay que hacerlo en un contexto de cambio climático al que debemos adaptarnos. Esto nos permitiría priorizar el agua para el uso humano y para la producción de alimentos y a la vez conservar o reforestar los nacimientos y las rutas del agua, mitigando los riesgos sobre nuestras vidas, nuestros hogares y nuestras economías.

Aunque el gobierno nacional debe dar directrices claras a la población para este fin, es cierto que gran parte de lineamientos y prioridades para ordenar el territorio, y nuestras vidas, en torno al cuidado del agua depende de las entidades territoriales y sus planes de desarrollo y de ordenamiento territorial. Esto transfiere la responsabilidad a los ciudadanos y ciudadanas que son, a la larga, quienes deben lograr y velar porque estos planes tengan correspondencia con sus necesidades y las necesidades del territorio.

El gobierno nacional y el Ministerio de medio ambiente tenían la responsabilidad de echar a andar los consejos territoriales del agua y de articularlos con procesos participativos territoriales, sin embargo esta tarea no está ni en pañales. Actualmente el ministerio tiene una convocatoria para que los entes territoriales presenten proyectos específicos para reforestar y financiar experiencias territoriales para cuidado del agua, sin embargo dada la magnitud del problema estos son apenas paños de agua al frente de un incendio.

Por ello este objetivo común, de ordenarnos en torno al agua, debe empezar a demandarse y a garantizarse desde las veredas y los barrios. Las Juntas de acción Comunal deben ser pioneras en incluir este propósito en sus planes veredales, lo mismo deben hacer los acueductos comunitarios, los concejos municipales y los gobiernos locales. En correspondencia el gobierno nacional debe establecer los mecanismos que deben agilizar esta transición que, sin lugar a dudas, pasa por garantizar de manera integral los derechos a las familias campesinas.

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