Andrés Maíz: "Tenemos hambre no solo de pan, sino de paz, tierra y justicia"

Andrés Maíz, del Colectivo Sin Techo, apasionado activista promotor de las ollas comunitarias habló con EL SIRIRÍ a propósito del Encuentro Regional de Soberanía Alimentaria que por estos días se desarrolla en Bogotá. 

Andrés Maíz. Foto: EL SIRIRÍ

Por Pacho Restrepo 

Criado por una abuela que desde pequeño le enseñó a honrar su tradición indígena y saborear la sabrosa gastronomía campesina, Andrés Maíz, como el mismo se denomina, lleva una discreta pero importante labor erradicando el hambre mental y de los estómagos, llevando los sabores de la tierra a los más necesitados.

En Popayán lo reconocen desde hace años, cuando con un grupo de personas que decidieron actuar ante tanta miseria en los barrios se juntaron para hacer una olla comunitaria en donde cada uno ponía lo poquito que tenía y así todos comían. De ahí nació el Colectivo Sin Techo que desde hace varios años alimenta a cientos de personas en el sur del país.

Por años han reunido toneladas de alimentos sobrantes de la galerías, donados por la gente o reunidos de forma colectiva en plazas y comercios. Este ejercicio no es nuevo ni de su invención, ya en 1983, luego del terremoto en Popayán, las ollas comunitarias consiguieron alimentar a muchas personas que lo perdieron todo. Hoy se replica a diario y ha enseñado que a pesar de lo crítico de la situación y la falta de dinero, si un grupo de personas trabaja unidos por la solidaridad y con amor se puede aliviar el hambre.


"Las ollas comunitarias nos enseñan a entender que todos los sabores vienen del campo, así honramos a las manos que siembran, cuidan y cosechan. Una olla comunitaria es necesaria porque nos junta, hermana, convoca, sana y también fortalece" dice Andrés Maíz, quien toda su labor se basa en el ejercicio solidario y no acepta dinero, sólo semillas, frutos y alimentos.

En su forma de ver la vida,  todas y todos somos los ingredientes de una sopa. Particularmente le encantan las sopas, quizás porque lo heredó de su abuela, que solía decirle cosas como: "Todo lo que aprendes en la barriga de la mamá lo vas a llevar contigo toda la vida" o "una sopa caliente puede calmar el dolor, la tristeza y la soledad". 

Su trabajo es el de un pedagógo. Mientras pica, corta, rebulle, habla, diserta sobre la realidad del país. Cocinar le permite a los seres humanos compartir una memoria que viene desde las semillas y que se establece en la defensa de la vida. Las ollas comunitarias son una política de la realidad de los territorios, que parte de la base y pocos reconocen, pues no se fundamenta en el negocio y no se puede cuantificar, ya que se basa en la solidaridad.

A este activista, cocinero, indígena y marica, como suele presentarse, estos momentos nos llevan a la construcción de un marco para una política que involucra campesinos y campesinos, procesos populares que reconocen las mujeres como responsables de esa memoria y el cuidado de la vida y aportes para una educación alimentaria para que, como dice, "podamos realmente liberar el corazón y romper con la tradición que nos han impuesto de principio de arroz y seco".


En Popayán con Viceministro de Turismo y los cocineros de las ollas. Foto: Archivo Particular

"El papel de las cocineras y los cocineros es provocar un cambio y para ello nos toca jugar y hacer muchos esfuerzos para que la cocina se transforme. Tenemos que ayudar a los niños para que puedan comer en el siglo XXI lo que comían los viejos y ese proceso pedagógico se da mientras se cocina. Tú vas charlando y contándole a la gente de dónde viene el zapallo, donde se produjo esa calabaza, de donde viene el uyuco y al final provocamos el amor. El amor es el único vehículo, pues la guerra lo único que nos ha demostrado es que no sirve para nada y es tan inútil como quienes la han promovido".

Para Andrés Maíz, todas y todos tenemos unos sabores y nos negamos a renunciar a ellos. "El papel de la cocinera y del cocinero es tan importante como el profesor de una universidad porque podemos ayudar a enseñar a comer en tiempos donde todo es salchipapa, pollo frito, salchichón, gaseosa y caldo de ricostilla y ahí es donde creemos que hay que seguir insistiendo que en que haya oportunidad para seguir comiendo y seguir existiendo". 

La olla de Rosas

El 18 de enero de este año Colombia se estremeció con la noticia del desastre natural en Rosas (Cauca). Debido a la acumulación de lluvias un enorme pedazo de montaña se vino abajo taponando por varios kilómetros la vía entre Pasto y Popayán. Por fortuna, no perecieron vidas humanas, pero el desastre generó graves consecuencias para miles de personas. 

El cierre total de la vía Panamericana afectó muy pronto al sur del país y los pronósticos de una solución, como el mismo presidente Gustavo Petro lo determinó al visitar la zona, tardaría meses. Mientras se realizaba la construcción de una nueva vía alterna, que era la solución más rápida, cientos de productos que transitaban desde Nariño, Mocoa y tenían como destino Popayán, Cali y el centro del país quedaron en el limbo. 


Desastre de Rosas (Cauca). Foto: Juan Pablo Rueda Bustamante / El Tiempo


Andrés Maíz y varios miembros de diferentes colectivos apenas lograron enterarse del asunto tomaron sus ollas y corotos y viajaron al lugar de los hechos. La olla comunitaria hasta la fecha alimenta a cerca de trescientas personas diariamente. Allí se alimenta a transportistas, soldados, migrantes, campesinos, jóvenes, adultos y niños sin distinción. "Cada uno aporta" comenta Andrés Maíz. "Unos ponen la lengua, otros el ojo, el oído, el corazón, la mano, el hígado, el cerebro porque aquí se necesita todos los ingredientes y todos ponen y todos comen los tres platos al día y cuando sobra se puede repetir"

Todos los días, de lunes a domingo, mañana, tarde y noche la gente recibe los tres platos con la misma porción de proteína vegetal o animal. En contraprestación, la gente ayuda a lavar la olla y a traer alimentos, pero en especial, a ejercer la solidaridad. 

"Todo esto nos llevará a retomar el azadón, la pala, el machete para labrar de nuevo a Rosas. Ahora estamos como cuando una persona se parte un dedo o un brazo y tiene que pasar un tiempo mientras se acomoda. La olla comunitaria en Rosas está ayudando a que se sane pronto. Nuestra apuesta es que como como comunidad organizada podemos dialogar en la construcción no solo de la solución política al hambre sino a la solución económica que genera el hambre y en esa perspectiva para nosotros las comunidades organizadas juegan un papel fundamental. El hambre es el alimento para la desesperanza y el acicate para el pensamiento, tenemos hambre no solo de pan, sino de paz, tierra y justicia".

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