Autora: Lineth Sofía Cotrino - IED Ignacio Pescador
Ilustraciones: Karen Lorena Martínez Colorado
Era un día normal para Samuel, había pasado la mañana en el colegio y la próxima clase era su preferida, ciencias naturales y estaba ansioso ya que iban a ver los ciclos biogeoquímicos. Esa tarde la maestra dijo:
—Hoy veremos el ciclo del carbono, ¿alguien sabe sobre esto?
Samuel respondió: Yo sé que es fundamental para la vida, se puede presentar en forma inorgánica como por ejemplo en las rocas, pero también en el agua y la tierra… Y también está de forma orgánica en todos los seres vivos.
—Muy bien Samuel. —dijo la maestra, —¿Y sabes cómo funciona el ciclo del carbono?
Samuel respondió que no con un movimiento de cabeza. La maestra entonces preguntó a los demás compañeros sobre sus opiniones sobre este ciclo, pero nadie contestó porque ¡Ring! sonó el timbre y ya tenían que regresar a casa.
Al llegar a casa Samuel decidió ponerse a mirar televisión. Daban su programa favorito, el cual trataba sobre imaginar cómo funciona las cosas y aprendía de muchos temas. Samuel estaba cansado y a mitad del programa se quedó dormido. No se imaginaba lo que estaba a punto de ocurrir. Cuando se dio cuenta, Samuel ya no era un humano. ¡Era un dióxido de carbono que estaba a punto de ser expulsado por un volcán!
¿Cómo es esto posible? Se preguntó Samuel, lo único que tenía claro es que debía salir de allí lo más pronto posible y buscando la manera de escapar, vio que una planta lo atrapaba y pronto se dio cuenta que estaba siendo absorbido. ¡Qué raro! Se dijo mientras observaba la fotosíntesis.
Entonces Samuel se comenzó a transformar en un carbohidrato. Estaba muy confundido, quería salir de allí lo más pronto posible, pero pasaban los minutos y le era imposible moverse. Fue cuando escuchó unos suaves ruidos y pudo ver a un conejo.
—¡Qué lindo conejito! — dijo, pero pronto se arrepintió pues el conejo se acercó a donde estaba y pasó un momento muy tenebroso cuando el animal comenzó a comerse la planta en la que estaba. Así fue como terminó dentro del conejo.
Samuel paso allí una hora, en un estómago pegajoso, pensando en la mejor forma de salir y vio que varios carbonos saliendo por la nariz del conejo y quiso intentarlo, pero falló en todos sus intentos. Samuel ya llevaba allí tres horas y el calor era insoportable, cuando de un momento a otro comenzó a moverse por el intestino. La sacudida violenta le hizo gritar y entonces alguien preguntó:
—¿Quién está por ahí?
—Soy Samuel. ¿Dónde estoy? ¿Quién eres?
—Soy un carbohidrato, como lo eres tú y estamos en el intestino de un zorro.
Samuel exclamó: ¡Quéee! ¡Pero estaba dentro del conejo! El carbohidrato contestó:
—Estabas… Ahora seguimos la cadena alimenticia, no sabemos cuándo saldremos, solo toca esperar.
Pasaron unas cuatro horas en la oscuridad absoluta y sin volver a hablar. De repente, Samuel vio una luz y ¡Por fin! Estaba afuera, pero olía asqueroso.
—¡Quiero irme a casa de inmediato! —dijo Samuel desesperado.
El carbohidrato le contestó: —No te preocupes, faltan más pasos para completar el ciclo.
—¡Qué ciclo! —dijo Samuel muy molesto.
—El ciclo del carbono, el siguiente paso es esperar a que los hongos nos descompongan, tuviste suerte, de hecho, yo llevaba allí meses…
Samuel respondió: ¿Cómo así? Yo quiero volver a mi casa…
—Pues te tengo una pésima noticia, no volverás con tu familia. —dijo el carbohidrato: —Este ciclo continúa una y otra vez, sin parar…
—Pero yo soy un humano
—Ah, por eso te lo tienes bien merecido, especie destructora del medio ambiente.
—¿Por qué me dices eso?
El carbohidrato contestó: Pues porque las actividades humanas liberan mucho dióxido de carbono al medio ambiente, y el excesivo dióxido de carbono que se produce en las fábricas está contaminando el planeta.
Samuel comprendió y se quedó en silencio por muchos días. Ya era un lindo hongo que estaba por terminar de descomponerse. Samuel pensaba en su familia y en volver a casa, así que una mañana le preguntó a su amigo lo que seguía y el carbono le dijo: Bueno, pronto regresaremos a la atmósfera para nuevamente iniciar el ciclo. Y así fue, unos días luego estaban en la atmósfera y un tiempo después, nuevamente en una planta.
Samuel ya quería escapar, ya había hecho este mismo ciclo unas cuatro o cinco veces y lloraba todas las noches. Tanto pidió volver a su estado normal que una noche volvió en sí y todo era confusión: Estaba en casa con sus padres y se había quedado dormido. Pasó una semana y nuevamente tenía clase de ciencias y le quería comentar a su profesora si lo vivido en ese tipo de sueño había sido real.
La maestra quedó impactada, ya que lo que Samuel soñó era exactamente el funcionamiento del ciclo del carbono. Samuel estaba muy feliz de entender que nuestras acciones como humanidad repercuten en la vida del planeta, aunque cuando sus compañeros le preguntan sigue sin saber cómo fue que ocurrió este sueño.
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