Podremos durante el día de hoy reconectarnos con los flujos naturales de la tierra y la energía universal, entendiendo que somos parte de un solo latir, que es la vida en el planeta.
Equinoccio tiene su origen en el latín y significa 'noche igual'. Sucede dos veces al año, cuando los dos polos terrestres se encuentran a la misma distancia del Sol, lo que produce que se proyecte la misma luz en ambas caras del planeta. Los dos equinoccios ocurren durante otoño y primavera.
Para los muiscas, la luz del equinoccio acaricia el mundo y con sus rayos de luz fecunda la tierra al penetrar los úteros laguna donde se halla el oro semilla de existencia, en este territorio, el paramo más grande del planeta. Según ellos sus ofrendas, aseguran la vida y la fertilidad de la Tierra. Para los pueblos originarios, estas son épocas de cosecha y alegría, pues el sol, representante de la luz del padre, entra a sus casas. Durante siglos, los nativos celebran este fenómeno y este año la comunidad muisca de Oriente, con sus delegaciones de los tres municipios, visitaron el fin de semana Choachí, vereda Resguardo Alto, donde las familias se encontraron para sentarse en la noche en el mambeadero, ritual de la palabra, la noche del sábado y compartir la fabqua, nombre originario de la chicha.
Durante la tarde se apareció en el cielo el aro iris o Kulchavira, como le llaman en mysk kubum, lengua de los muiscas. Su presencia fue símbolo de algarabía. Buntkua Yari Makú, cabildo gobernador, nos explica la importancia de este día. “Para nosotros, que estamos en la línea ecuatorial, recibimos directamente los rayos del sol en un eje vertical de casi noventa grados en el cénit. Esa luz entra a nuestras casas y nos pide cambios y nos invita a revisar como estamos y nos encontramos con la familia. Cuando el padre viene lo hace con todo su poder y todo debe estar ordenado, llega con abundancia, por eso celebramos la recolección de las cosechas, de la yuca y el maíz”.
Arco iris visto en la tarde de ayer sobre Choachí. Foto: El Sirirí |
Equinoccio tiene su origen en el latín y significa 'noche igual'. Sucede dos veces al año, cuando los dos polos terrestres se encuentran a la misma distancia del Sol, lo que produce que se proyecte la misma luz en ambas caras del planeta. Los dos equinoccios ocurren durante otoño y primavera.
Para los muiscas, la luz del equinoccio acaricia el mundo y con sus rayos de luz fecunda la tierra al penetrar los úteros laguna donde se halla el oro semilla de existencia, en este territorio, el paramo más grande del planeta. Según ellos sus ofrendas, aseguran la vida y la fertilidad de la Tierra. Para los pueblos originarios, estas son épocas de cosecha y alegría, pues el sol, representante de la luz del padre, entra a sus casas. Durante siglos, los nativos celebran este fenómeno y este año la comunidad muisca de Oriente, con sus delegaciones de los tres municipios, visitaron el fin de semana Choachí, vereda Resguardo Alto, donde las familias se encontraron para sentarse en la noche en el mambeadero, ritual de la palabra, la noche del sábado y compartir la fabqua, nombre originario de la chicha.
Durante la tarde se apareció en el cielo el aro iris o Kulchavira, como le llaman en mysk kubum, lengua de los muiscas. Su presencia fue símbolo de algarabía. Buntkua Yari Makú, cabildo gobernador, nos explica la importancia de este día. “Para nosotros, que estamos en la línea ecuatorial, recibimos directamente los rayos del sol en un eje vertical de casi noventa grados en el cénit. Esa luz entra a nuestras casas y nos pide cambios y nos invita a revisar como estamos y nos encontramos con la familia. Cuando el padre viene lo hace con todo su poder y todo debe estar ordenado, llega con abundancia, por eso celebramos la recolección de las cosechas, de la yuca y el maíz”.
Algunos miembros de la comunidad muisca durante la celebración del equinoccio. |
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