Por Edgar Suárez
- Buenos días, Doña Leonor, hace
mucho tiempo que no la veía por acá ¿Todavía vive en la Uvita?
- Buenos Días, Señora Julia, todavía vivo allá, para mi desgracia.
- Buenos Días, Señora Julia, todavía vivo allá, para mi desgracia.
- Hay que hacerse respetar, usted no
puede permitir que ese señor la siga maltratando así.
- Ay Señora Julia, si le contara.
- Voy a descargar mi reciclaje y
ya hablamos.
La conversación se da en la puerta de
Bancalimentos, algunas mujeres llevan bolsas con material reciclable
para consignar, otras esperan a que abra la tienda para comprar
alimentos o productos de aseo. Don Carlos quién recibe los residuos
aprovechables, le dice a Doña Leonor, que debe denunciar cuanto
antes los maltratos en la comisaria.
Doña Leonor dice que frente a ese
señor ya nada vale, que apenas puede valerse por sí mismo, que ya
pasó el tiempo en que podía pegarle. De tanto tomar ya está muy
enfermo, comenta, dice que por su afición a la bebida nunca le paró
un peso en el bolsillo.
Doña Leonor, que debe estar cerca de los
setenta años, cuenta del maltrato cotidiano al que está sometida, trata de
repetir las vulgaridades que le dice su esposo, pero no le alcanza el impulso y después de
la segunda o la tercera mala palabra, siente vergüenza y deja las
frases inconclusas. “Ese señor me señala de ser una mujer de
fiestas, cuando en mi vida no he ido a una fiesta, a mi lo que me
gusta es cantar, como buena tolimense, pero eso a él tampoco le
gusta” dice doña Leonor, mientras sus ojos se humedecen.
Lleva una vida bastante apretada,
apenas recibe $60.000 de subsidio del gobierno al mes. Trabaja uno o dos
veces a la semana haciendo oficio en la casa de una vecina que le paga $20.000
el día. “Usted no me lo creerá pero esto es lo que tengo ahora”
Abre un monedero que está vacío, saca otro monedero del bolsillo y
muestra una moneda de mil. Es para el tinto, dice.
Sobre sus hijos, doña Leonor cuenta que a están lejos, y que apenas les alcanza para vivir sus propias vidas y mantener a sus familias, pero que cuando pueden le regalan buena ropa. "A mi siempre me ha gustado estar bien vestida, ponerme mis aretes (se toca los aretes), verme bien, por eso la gente a veces no cree que no me alcanza para comer".
En la tarjeta Bancalimentos de doña
Leonor se ve que ha alcanzado a ahorrar cerca de $30.000. Al abrir
la tienda, Doña Leonor compra alimentos, panela, arroz, pasta,
avena, es atendida por Olga Bocarejo, quien le ofrece los productos
que puede llevar. Como otras mujeres que han entrado a la tienda,
doña Leonor no desocupa toda su cuenta, deja algo de su ahorro para
luego. "Muchas gracias por todo", dice sonriendo, se despide de algunas
amigas de muchos años. Lleva cuarenta años cantando bajito por los caminos de Fomeque.
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