El día del agua, solo una fecha más




Rosana Pacheco. Lic. Biología

El Sirirí / Medio ambiente

Cumpleaños, días especiales para todos los roles de la familia y la sociedad, fechas memorables de la historia patria, celebraciones a los santos, y el 22 de marzo, una más, el día del agua. ¿Quién no ha escuchado frases como: “el agua es vida, el agua se está agotando, el agua es el líquido vital”? en fin, son muchas las maneras como hemos manoseado este fantástico compuesto, gracias al cual nuestro planeta ostenta vida. Y digo manosear porque no pasa de nuestras palabras, nuestros hechos son totalmente contrarios a estas afirmaciones y no somos conscientes que con cada acción irresponsable estamos alterando la pureza del precioso líquido. Celebrar el 22 de marzo carece de importancia si durante los 364 días restantes menospreciamos el gran privilegio de ser el único planeta con agua en sus tres estados. Por lo tanto hoy los invito a reflexionar sobre las siguientes preguntas, que al ser respondidas, proporcionarán en cada uno de nosotros, el valor que el agua nos merece.

​¿Es justo que parte del agua que usamos para alimentarnos sea ensuciada en nuestros inodoros a diario?

¿Cuándo contaminamos un rio, que sucede con la fauna que habitaba allí?

¿Cuánto demora en purificarse el agua que contaminamos a diario?

¿El agua potable, es un derecho que solo cobija a los animales humanos?

¿En qué momento empezó a escasear el agua en nuestro planeta?

¿Cómo me afecta el día que no tengo agua en mi casa?

¿Es verdad que sin agua no podemos vivir?

​Ahora, vamos tiempo atrás y recapitulemos en la historia. Para nuestros antepasados Muiscas, el “agua dulce” se encarnaba en una diosa, SIE, la cual es el principio femenino de toda la creación, el cuerpo de la madre que nos dio a luz. Tras la abrupta entrada de la cultura española a nuestro territorio y la imposición de sus ideologías basadas siempre en la “superioridad del hombre”, el agua pasó de diosa a ser el líquido de transporte de nuestros desechos. A partir de ese momento los ríos, lagos, mares, han recibido la herencia de la humanidad, basura. Tal vez para nosotros sea fácil arrojar al agua aquello que no queremos ver, debido a su fluir interminable, sin darnos cuenta que en algún momento, de alguna forma, retornará a nosotros. El agua es sabia.

​Si hoy en día SIE tomará forma material, luciría similar al monumento en su homenaje que se encuentra a la Avenida las Américas en Bogotá, cerca de Banderas. Allí, se le ve sola, con la cabeza agachada, como buscando agua en su entorno, y que al parecer, por no encontrarla, terminó entristecida. A su alrededor los buses de Trasmilenio pasan rápidos y quizás muy pocos pasajeros dirigen su mirada hacia aquella dama a la que pronto “festejaremos”. Si recorremos varias de las ciudades importantes de Colombia, incluida la capital, nos encontraremos que lo que en algún tiempo fueron ríos cristalinos bordeados de belleza exuberante, hoy son caños de olor desagradable, donde solo hallan hogar criaturas indeseables para nosotros, esa es nuestra huella, la misma que nos genera repudio.

​El agua teje paisajes y cuenta historias, ¿qué contará de nuestra humanidad, qué contará de ti?

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